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miércoles, diciembre 27, 2006

Mi sobrino de 17 años, yo una tia puta y mi esposo un loco

Calor, mucho calor en aquellos días del mes de mayo. Era tan agobiante como el trabajo en la empresa. Todo el día de un lado para otro removiendo papeles y largas horas delante del ordenador. Ante todo monotonía, mucha monotonía.
Pero esta monotonía se rompió el día que mi hermana mayor me dijo que se iba de viaje con mi cuñado y me preguntó si podía quedarse mi sobrino Carlos en nuestra casa durante dos semanas. Si a mí no me hizo mucha gracia menos le hizo a mi marido.
Como ya os expliqué en otros relatos tengo 32 años y trabajo en la misma empresa que mi marido de la cual él es uno de los socios mayoritarios. Él es 8 años mayor que yo y lo conocí en la universidad cuando él era profesor y yo su alumna. Ambos tenemos cargos de mucha responsabilidad y en ocasiones el trabajo nos ahoga y casi no nos deja respirar.
Mi marido me dijo que no veía muy normal que viniera a nuestra casa. La verdad es que tenía bastante razón, sólo lo veíamos por navidad como mucho y nuestro trato con él era prácticamente inexistente. Yo supuse que nuestro sobrino estaría encantado de pasar unos días en casa de sus tíos ricos pues si se mantenía el buen tiempo podría disfrutar de la piscina, pista de tenis y demás lujos de nuestra casa. Lo cierto es que no me equivocaba.
Y así, sin más, al día siguiente lo trajo mi hermana, se despidió de él y se marchó. La situación era un poco incómoda, no sabía muy bien de que hablar con él. Tenía 17 años y estaba en el último curso del instituto. Siempre había sido bastante guapo, era alto y moreno, con el pelo corto pero sobretodo muy tímido lo cual complicaba más las cosas.
Poco a poco los días fueron pasando. Sólo tenía clase por las mañanas y cuando llegaba de trabajar me encontraba a él y a sus amigos disfrutando de la piscina. Ya se había convertido en una costumbre: Yo llegaba a media tarde, cogía un zumo en la nevera y me lo tomaba en la tumbona del jardín mientras contemplaba a los chicos en el agua. Me hacían recordar mi adolescencia, la inocencia, el saber que tienes toda una vida por delante pero que esa vida puede esperar, que para asumir responsabilidades no hay prisa. También me fijaba lógicamente en ellos, en sus cuerpos. Mi sobrino estaba bien formado, simplemente por ser joven y alto, por tener 17 años, pero había un amigo suyo que era el prototipo de metrosexual adolescente. Se veía claramente que iba al gimnasio y se cuidaba como si fuera todo un adulto. Lo cierto es que físicamente lo era. Se llamaba Roberto y era el que llevaba todo el peso del grupo de amigos, el que dirigía todo, el que estaba pendiente de todo, incluso de mí.
Quiero decir que si podía notar en algunas ocasiones las miradas de los chicos, incluso de mi sobrino clavadas en mí, lo de Roberto era tremendamente descarado. Era rara la vez que haciéndome la despistada no lo pillara mirándome. Y no precisamente a la cara. Yo comprendía que era normal con esa edad y no le daba mayor importancia. Además era bastante conservadora vistiendo pues siempre me veían con los trajes y las blusas que llevaba a la oficina. Sin embargo a medida que avanzaba la semana la cosa iba a más y a sus miradas se añadían comentarios en voz baja que no siempre acertaba a escuchar. No sé muy bien si esos comentarios me ruborizaban más a mí o a mi propio sobrino.
Una vez incluso, mientras tomaba mi zumo, salió de la piscina dejando a los demás jugando e intentó mantener una extraña conversación conmigo. Se colocó a mi lado y antes de decirme nada se sacudió su melena rubia salpicándome un poco.
-¡Qué calor verdad!
"Vaya manera de ligar tiene este chico", pensaba yo.
-Sí, sí - dije yo sin inmutarme.
-¿Sabes? A veces nos reímos un poco porque yo digo que estás muy buena y a Carlos le parece mal. Te lo decía para que cuando veas que nos reímos sepas que no es de ti si no de Carlos.
-¿Y? – Le pregunté yo sin mirarle, sin tan siquiera quitarme las gafas de sol.
-Nada, eso, que me parece que estás muy buena.
Yo no se cual pensaba que iba a ser mi respuesta, supuse que esperaba un "tú también", pero no le iba a dar ese gusto a ese ingenuo chico. Sí, estaba bueno, estaba muy bueno en realidad, cualquiera habría caído rendida a sus pies con sólo verlo salir del agua.
-Gracias -. Respondí. Se hizo un silencio incómodo y el chico volvió al a la piscina contrariado.
No se muy porqué, supongo que por aburrimiento, esa misma noche mientras mi marido y yo leíamos en la cama le conté que un amigo de Carlos se me insinuaba descaradamente, que me perseguía con la mirada fuera a donde fuera. Incluso le conté la conversación en la piscina.
-¿Quién, el guaperas?
-Sí, ese mismo, un descarado.
-Bueno, ¿Y que vas hacer?
-¿Yo? ¿Y qué quieres que haga?
-No sé, ¿A ti te excita que se te insinúe? ¿Qué diga que estás buena?
Guardé silencio un instante recordándole. Recordando su cuerpo, las gotas de agua resbalando por sus músculos, por su piel bronceada, a escasos centímetros de mí.
-¡Vaya Cris! Eso es claramente un "sí".
-Es que está realmente bueno, eso es cierto, pero es un presuntuoso y un chulo de tres al cuarto, es simplemente físico.
Nos quedamos callados unos segundos cuando mi marido interrumpió el tenso silencio diciendo:
-Está bien, tengo una idea, a ver que te parece: Como ya sabes y ya hemos hecho otras veces me excita la idea de que te gusten otros hombres, ¿no? Lo que podías hacer es dejarte seducir un poco, que el chico se lo crea y cuando lo tengas donde quieres, cuando el crea que algo va a pasar, lo dejas en su sitio. Así conseguimos las dos cosas, vuelves al chico a la realidad, lo humillas un poco y tú al dejarte seducir te excitas. De noche me lo cuentas y aprovechamos esa excitación mañana por la noche. ¿Qué te parece?
Era cierto que en ocasiones a mi marido le gustaba que fantaseara con otros hombres para después contárselo pero esto parecía consistir en dar un paso más.
-¿Quieres que me deje seducir para después decirle que no?
-Sí, eso es. Si te excita puedes dejar que te acaricie un poco la cara o que te de un pequeño beso y después lo pones en su sitio.
Sentí vergüenza pero sólo pensar en esa caricia o en ese beso me excité.
-¿Y a ti te parece bien? Bueno, si el lo intenta lo puedo hacer porque quizá ya no lo intente más después del corte que le di hoy.
-Eso depende de él – respondió mi marido.
Al día siguiente en el trabajo no dejaba de pensar en el plan de mi marido. Yo siempre he sido una mujer bastante clasista y prepotente. Me negaba a mi misma que una mujer de mi clase y de mi nivel pudiera excitarse con la idea de ser tocada por un joven adolescente por muy guapo que fuera. Era una atracción puramente física, animal. Me preguntaba si se me volvería a insinuar, "ojalá". En cómo pararle los pies en el momento justo, en como reaccionaría él. Por supuesto no quería que estuviera mi sobrino delante. En fin, muchas cosas que había que tener en cuenta. Pero sobretodo pensaba en estar en cama con mi marido y medio contarle medio fantasearle lo que me pasara con aquel chico. Mi marido se iba a poner como loco, y yo sólo de imaginármelo...
Con el pulso y los latidos del corazón alterados pasaron las horas. Yo llegaba a casa a media tarde y mi marido de noche por lo que tenía unas tres horas para hacer efectivo el plan de mi marido. Aquel día llevaba un traje de chaqueta y pantalón de color negro y una blusa de seda granate. Hice lo de siempre, fui a la cocina, cogí un zumo y me lo llevé a la tumbona. Una vez ahí sólo tenía que esperar.
Y esperé…
Y esperé…
No pasaba nada. Los chicos a lo suyo. Estaban mi sobrino Carlos, Roberto y otro chico llamado Miguel, de pelo castaño y también bastante tímido. El plan no daba resultado y yo estaba cada vez más excitada por la dichosa idea de mi marido, por lo que decidí pasar a la acción. Me quité la chaqueta, la doblé y la puse sobre otra tumbona.
Esperé un poco más y no pasaba nada, el maldito crío a lo suyo. O era yo o era el día más caluroso del año. Me sentía extraña, en teoría si él no hacía nada mejor, al fin y el cabo el plan había nacido para darle una lección, sin embargo estaba convencida de que él intentaría algo conmigo y me sentía un tanto decepcionada. "No puedo más", pensé para mí, y desabroché los dos primeros botones de mi blusa. Me dije a mí misma que lo hacía porque tenía calor. Si se me acercara, como el día anterior, podría ver parte de mis pechos y yo creo que desde la piscina podría verme levemente el sujetador. Cuando desabroché el segundo botón un calor inmenso me invadió. Estaba al sol con ropa oscura intentando excitar a un chico que estaba buenísimo. Estaba inmensamente tensa y el sol castigando mi cuerpo me hacía sudar aún más. De pronto los chicos empezaron a reír, supuse que era por algo que habría dicho Roberto pero cual fue mi sorpresa cuando lo descubrí. Descubrí a la vez el motivo de su risa y el enorme bulto del bañador de mi sobrino. Él se apresuró a meterse en el agua completamente colorado y avergonzado, al parecer al intentar calentar a Roberto había excitado sobremanera a mi propio sobrino. Me quedé petrificada pensando en lo que acababa de contemplar, en el enorme miembro que se adivinaba debajo de aquel bañador. Más calor, más excitación. El plan no iba según lo esperado y no pude más. Recogí mi chaqueta y mi zumo y me fui a la casa. Subí al piso de arriba, seguía como en otro mundo. Estaba mareada por el calor y por la tensión. Apenas veía nada. Me desnudé lentamente y me metí en la ducha. Dejé que el agua fresca calmara mi calor, al menos mi calor externo. Mientras caía agua sobre mi cuerpo delgado, sobre mi melena negra capeada, sobre mis pechos, empecé a recordar. Pero… ¿A recordar qué? No sabía que me excitaba más si el impresionante cuerpo de Roberto o si el morbo, la timidez y el trozo de carne que escondía mi sobrino, ¡Mi propio sobrino! Creo que recordé a ambos. Unas caricias en mis pechos acabaron con mis dos manos acariciándome, con mis piernas temblando y acabando en un orgasmo maravilloso. Allí, yo sola en la ducha, pensando en aquel chico y en mi sobrino.
Esa noche mi marido me preguntó y le contesté que no había sucedido nada. -Quizás mañana- le dije, "ojalá mañana" pensé. No sabía si contarle lo de nuestro sobrino, que de golpe me daba tanto o más morbo que su amigo. No lo hice. Me daba vergüenza. "Estoy loca" pensé.
Si aquel día mi corazón había palpitado como nunca el día siguiente fue peor. Si el día anterior había hecho calor el otro día hizo más. Las horas no pasaban en la oficina. Estuve ausente todo el día. ¿Qué esperaba que pasase? Ya no lo sabía. ¿Con quién? Tampoco lo sabía.
Había decidido que era la última vez que intentaría llevar a cabo el plan. La situación era insostenible y no podía seguir así. Si Roberto no actuaba se habría acabado, fin de la historia.
Por fin llegó la hora. Aparqué el coche. Estaba inmensamente acalorada. Subí al dormitorio. Me quité el sujetador y me dejé puesta la blusa de seda de color dorado que llevaba, un collar de perlas y chaqueta y minifalda color blanco. Esperaba ir a la tumbona, esperar a que viniera Roberto y una vez en casa dejarme acariciar, quien sabe si besar y decirle que estaba casada y que él era un crío. No sabía muy bien como pero dejarle con la miel en los labios sería muy excitante. Ya me imaginaba contándoselo a mi marido esa noche. Bajé, me eché un poco de Martini en un vaso, me puse las gafas de sol y me fui a la tumbona. Otra vez los tres: Roberto, Miguel y mi sobrino Carlos.
De nuevo calor, mucho calor.
Yo los miraba. Ellos me miraban pero Roberto no venía ¿Y si venía mi sobrino? Ya me había quitado la chaqueta y el sudor hacía que mi blusa se me pegara al cuerpo. Recostada contemplándoles el sudor invadía mis piernas y mis pechos, la blusa se me pegaba al cuello y a los pechos dejando adivinar que no llevaba nada debajo. Pasaban los minutos y la única excitada parecía ser yo. En media hora había acabado mi bebida y nadie me había dirigido la palabra, apenas unas miradas inocentes.
"Se acabó", pensé. De todas formas la excitación, aún no habiendo pasado nada, era suficiente como para que mi marido y yo tuviéramos una buena dosis de sexo. Y así, excitada y decepcionada volví a la casa. Me fui a la cocina desde donde aún los veía en la distancia. Cogí una botella de agua fresca en la nevera y le di un trago. Luego apoyé mis manos en el frío mármol que rodeaba el fregadero y miré por la ventana hacia el jardín.
-¿Sabes? Antes lo dudaba pero ahora estoy convencido de que lo haces a propósito -. Era Roberto que había entrado en la cocina. Me dio un susto de muerte. Me quedé paralizada. Oía los pasos de sus pies descalzos por las baldosas acercándoseme lentamente pero yo no me volteé. ¿Qué haría él? ¿Qué haría yo?
-Ayer me enseñas el sujetador y hoy ya descaradamente me enseñas las tetas. ¿Es que tu marido no te folla como te mereces? -. Sus palabras me excitaban, ya tenía su aliento en mi nuca. Estaba tremendamente cachonda y mi entrepierna me lo confirmaba. ¿Era ese el momento de dejarlo con las ganas? Sus palabras me golpeaban fuertemente en la cabeza. Me había estado mirando las tetas estos días y yo que pensaba que ni se había fijado en mí. Me halagaba. Me excitaba.
Lentamente empezó a besarme el cuello desde atrás. ¿Es ahora? Pensaba yo. Los besos se tornaron en pequeños mordiscos que me hacían estremecer. Yo cerraba los ojos y me dejaba hacer.
-Me pusiste tan cachondo cuando estabas en la tumbona, con tu pinta de niña rica, mostrándome esos pezones a través de tu blusa…Estás tan buena Cristina, eres la fantasía de todos nosotros. Estos días no paramos de hacernos pajas pensando en ti, tu sobrinito también. Estás tan buena…- Yo gemía a cada mordisco, a cada palabra. Me los imaginaba tocándose pensando en mí, siendo el centro de sus fantasías como lo eran ellos de las mías. Si supieran lo de la ducha… -Mira como te estas poniendo de cachonda… -. En ese momento pasó sus manos por encima de mi blusa de seda, acariciándome las tetas, siempre por encima de la ropa. "Cuela esa mano por la blusa" pensaba. Mantenía los ojos cerrados pero sentía mis pezones queriendo escapar de mi cuerpo. Estaba completamente desesperada. Claramente había llegado el momento de mandarle parar pero mis pezones y mi coño no me lo permitían. Mi cabeza pensaba en mi marido pero mi cuerpo me pedía más susurros, más caricias…Notaba su pecho desnudo en mi espalda, estaba completamente mojado, como mi blusa, como mi falda, como mi coño. "Acaríciame más, descubre como me tienes" pensaba.
Sin embargo un "para" casi ininteligible salió de mi boca.
– ¿Seguro que quieres que pare?- me dijo. -Pararé si compruebo que no lo estas deseando-. En ese momento bruscamente envolvió mi falda en mi cintura dejando a la vista unas braguitas negras que me había regalado mi marido. Te prometo que pararé si realmente veo que quieres que pare. Yo ya sabía lo que venía y estaba completamente vendida. Mientras mantenía mis manos apoyadas y los ojos cerrados, él me abrió un poco las piernas y pasó dos dedos por encima de mis bragas, sobre mis labios que adivinaba completamente hinchados. Mojados. Una leve risa suya, un estremecimiento mío… -¿Estás segura de que no quieres seguir? Mírate. Estás chorreando, ¡Pero serás puta! Con lo recatadita que parecías con tu pinta de ejecutiva mal follada. ¿Quieres que siga? - Yo estaba en otro mundo. En el cielo. Mi marido y su plan habían desaparecido tan pronto había empezado a acariciarme, a susurrarme, a insultarme… Echó a un lado mi braguita y pasó un dedo por entre mis labios. El tacto de sus dedos en mí era el mayor placer del mundo, a la vez que vergonzoso el ruido que producían mis fluidos. Arrastraba sus dedos por mi interior para finalizar presionándome el clítoris, así una y otra y otra vez.
-¿Quieres que te folle?- Me susurró.
-Sí, le dije gimiendo.
-Vuelve a decírmelo.
-Quiero que me folles, por favor fóllame aquí mismo -. Eso le supliqué ya completamente desesperada. Estaba chorreando, sus dedos habían hecho mella y líquidos de mi interior resbalaban por sus dedos y mis piernas. Tan pronto escuchó mi respuesta desesperada me dio la vuelta y agarró mis pechos fuertemente con ambas manos. Con un par de manotazos había abierto mi blusa y ante sí se mostraron mis pechos completamente hinchados, que habían aumentado enormemente su tamaño por la excitación. Empezó a comérmelas. A mordérmelas. Me impregnaba completamente de saliva. Yo gritaba de placer y de dolor mientras le pedía que me las comiera, que me las comiera más fuerte. Cada vez gritaba más, estaba descontrolada. "Si me viera mi marido" pensaba fugazmente, pero en lugar de apartarme yo misma me agarré un pecho para que me lo comiera.
-No puedo más me dijo. Me agarró y me puso contra la mesa de la cocina.
-Fóllame, fóllame ya - . Le decía. Mi calentón era imperdonable. Se sacó el bañador sin que yo pudiera verle la polla y me quitó las bragas en dos tirones. Pasaron unos instantes desde que me las quitó, tiempo justo para que yo me imaginara a mi misma con la falda en la cintura, mis pechos contra la mesa y mis zapatos de tacón anclados en el suelo esperando sus embestidas. – ¿A que esperas? –le dije desesperada.
-Ahora, zorrita, ahora – Me dijo mientras ya notaba la punta en mi coño. ¡Dios mío era lo mejor del mundo! La metió lentamente pero de una sola vez, demostrando aún más mi excitación. Estaba completamente abierta. Abierta para él. La metía y la sacaba de mí y yo no paraba de gritar y pedirle que me diera más caña, estaba completamente ausente del mundo. Como si sólo existiera él, su polla y yo. Pero cuando ya pensaba que no podía estar más excitada empezó a tratarme como tantas veces le había pedido a mi marido que me tratara, empezó a insultarme mientras me tiraba de la melena hacia atrás. Él me decía que era una puta y como tal tenía que tratarme, mientras, yo le llamaba cabrón y a veces le decía que parara y otras veces que me diera más fuerte. El ruido de sus huevos chocando contra mí era ensordecedor. Me tiraba tan fuerte del pelo que mantenía todos nuestros músculos en absoluta tensión. El gusto de su polla entrando y saliendo de mí, el morbo de la situación, no me habrían dejado parar de follar aunque estuviera mi marido presente. Después de esos insultos estaba a punto de correrme cuando desde atrás escuché un "no puedo más". Se salió de mí, me agarró y arrodillándome empezó a masturbarse delante de mi cara. Sabía lo que venía, me estaba tratando como una puta, como quiero que me traten cuando estoy tan excitada, me estaba dando lo que yo quería sin él saberlo y se lo recompensé abriendo la boca y poniendo mis manos en la espalda. Empezó a gemir y a convulsionar mientras tenía su mano izquierda en mi cabeza y la derecha en su polla. Como un estallido empezó a salir semen de su joven pedazo de carne, los tres primeros en mi boca y hubo más que caían en mis pechos, en mi blusa y en mi falda. Tragué lo que pude y lo que no lo dejé caer de mi cara. Sin recuperar la compostura se la limpié suavemente como se merecía.
La infidelidad se había consumado pero mi excitación seguía intacta. El plan no había salido como se esperaba y realmente lo único que deseaba era que me follara otra vez. ¿Y si se lo decía a mi sobrino? ¡Qué vergüenza!
-¿Vamos a la piscina? – dijo Roberto como si nada hubiera sucedido.
-¿Qué? ¿Ahora? – Acerté a decir.
-Siento que te hayas quedado con las ganas, ¿Quieres más? –Dijo con cierta sorna.
Me abotoné la blusa bañada en semen y no dije nada. Mientras me ponía las bragas y me arreglaba la falda le miraba dándole a entender que sí, que quería que me follara una vez más.
-Pues a mí no me apetece mucho, me apetece más contarle mi proeza a tu sobrinito.
-Ni se te ocurra, por favor, en serio. No le digas nada a Carlos.
Roberto me miró pensativo y me dijo: - Haremos una cosa, tú me haces un favor y yo te hago otro. Tu favor será acompañarme así a la piscina.
-Vale, espera que me cambie- Le dije.
-No, no. Así. Tú me acompañas y te pones en tu tumbona como siempre pero así vestida. Manchada. Como una puta, que es lo que eres, y al cabo de un rato, si me apetece, vamos a tu dormitorio. Además si me obedeces no le diré nada a nadie.
Me miré y estaba completamente impregnada de su semen, sobretodo la blusa. Pero una imagen del chico follándome en mi dormitorio me hizo aceptar. Me lavé la boca y así vestida me fui con él a la piscina.
A cada paso me notaba más abierta. Me tumbé y vi como Roberto les decía algo, Miguel se rió y mi sobrino le miró de manera extraña. "Espero que haya cumplido el trato" pensaba yo.
Allí sentada disimulaba como podía, esperaba que los chicos pensaran que era agua lo que había en mi ropa. Pensé en mi marido, en que iba a decirle ahora. Pero por el contrario pensaba en si él cumpliría el trato, si me follaría…Tenía que correrme esa tarde como fuera, tenía que volver a sentirla dentro, aunque fuera lo último que hiciera.
Pasaban los minutos. Otra vez en aquella tumbona. Esperándole. Cada vez más calor, cada vez más caliente. Prefería no pensar en el repaso que me había dado Roberto, me daba vergüenza. Cada vez que parecía que salía de la piscina me daba un vuelco el corazón. Cada vez que notaba su leche en mi blusita me excitaba más. Las braguitas empapadas no hacían si no recordarme y esperanzarme de que aquel chico volvería a hacérmelo, a tratarme mal, justo lo que quería y no era capaz de expresar. De nuevo mis pezones se revelaban al escuchar mis pensamientos, de nuevo mis ingles me decían que hacía mucho calor, que estaba muy caliente. Cuando Roberto salió del agua no quise ni mirar mientras se me acercaba. Me intentaba distraer mirando para mi sobrino sentado al borde de la piscina, con los pies en el agua mirándome tímidamente.
Se situó de pie, a mi lado, y cuando deseaba con todas mis ganas una invitación para ir a la casa se agachó y me susurró al oído:
-Desabróchate la blusa.
-¿Cómo? – le dije en voz baja.
-El trato era que me obedecieses hasta que me volviera apetecer follarte, aún no me apetece, así que obedéceme.
-Eres un cabrón - . Le susurré. Mi sobrino no me quitaba la vista de encima y Miguel tampoco. Era muy descarado pero no podía desaprovechar la oportunidad. No podía dejar escapar aquella tarde. Lentamente me desabroché los botones de mi blusa. De uno en uno. Desde el del escote hasta el que montaba en mi falda. Dejé una fina línea de carne al descubierto, casi inapreciable, desde el cuello a la falda. Mientras lo hacía no dejaba de mirar a mi sobrino. Éste parecía no inmutarse. No se sorprendía en absoluto. No me parecía normal. Algo pasaba, algo se traían entre manos. Lo lógico sería una cara de sorpresa pero no, simplemente me miraba. Todos me miraban pero nadie decía nada. Más jugos en mi interior. Más desesperación.
-Ábrela -. Dijo Roberto autoritariamente.
Ahí si que realmente creí morir pero no había vuelta atrás. Puse mis manos a la altura de mis pechos y, muy lentamente, abrí mi blusa de seda con la punta de los dedos dejando completamente al descubierto mis hinchados senos que brillaban por la mezcla de saliva, sudor y semen. Orgullosos se veían erguidos a la vista de aquellos jóvenes. Mis pezones apuntaban al cielo más excitados si cabe que en la cocina. La tranquilidad de mi sobrino se tornó en una mirada atónita. Por fin me decidí. No lo había hecho antes porque no me atrevía, bajé la mirada y apunté con mis ojos al bañador de mi sobrino. Casi me desmayo de la excitación y sorpresa al ver aquello, aquel enorme bulto bajo su ropa. Un gigantesco joven trozo de carne deseando ser liberado. Devorado. Ya le sobresalía de su ropa asomando hacia el ombligo. Yo ya no podía más. La tensión sexual de aquella piscina había llegado al grado máximo.
-¿Qué me haces? – Le susurré a Roberto mientras giraba mi cabeza y le miraba a los ojos.
-Lo que tú me llevas pidiendo toda la semana.
-Llévame arriba y fóllame -. Le susurré.
El chico hizo caso omiso, bajó sus manos a mis tetas y empezó a sobarme. Yo cerré los ojos mientras oía pasos que se acercaban. Esas manos me abandonaron y escuché a Roberto quitarse el bañador liberando su joven polla que me apuntaba a la cara. Busqué a mi sobrino con la mirada. Él seguía en su sitio, no así Miguel que me flanqueaba al otro lado de la tumbona. Y así, mirando a los ojos de mi sobrino, sentado a escasos tres metros de mí me metí la polla de Roberto en la boca. Se la succionaba haciendo un ruido con mi saliva y su lubricación. Él volvía a acariciarme las tetas. Yo miraba a mi sobrino y mi sobrino me miraba a mí, deshaciéndose de su bañador. Lo tiró al agua dejando ver aquella monstruosidad. El morbo de aquel pollón de mi propio sobrino mientras se la chupaba al guaperas de su amigo era incomparable. Pronto mi sobrino empezó a masturbarse, lo hacía pensando en mí, en su tía rica. Yo quería tener aquello cerca, muy cerca, dentro de mí.
-Mira, Miguel, ¿ves como la chupa? Te lo dije, te dije que no era más que otra puta más como las que hay en clase.- Le decía Roberto riéndose. – Eres un hijo de puta le dije a Roberto entre chupada y chupada.
Miguel tan tembloroso como yo también se deshizo de su bañador y tímidamente puso su polla a unos 30 centímetros de mi cara. Era preciosa. Todos sus cuerpos me parecían maravillosos, tersos, duros. Miraba sus pollas como si nunca hubiera visto ninguna. Yo ya estaba tan fuera de mí que se la habría chupado a mi peor enemigo sin tan siquiera pedírmelo. Un gritito salió de la boca de Miguel con tan sólo un lengüetazo.
-Ésta la chupa mejor que tu novia, ¿Verdad Miguel? - Le decía Roberto.
Así estaba yo, sentada en mi tumbona, con una polla en cada mano, alternando mamadas a los dos amigos de mi sobrino mientras no apartaba los ojos de él. Mi cuerpo cada vez se balanceaba más y mi collar de perlas botaba sobre mis pechos. Seguía escuchando los insultos de Roberto que tan bien sabía que me encendían. El placer que les estaba dando, que me estaban dando, era impagable. Estaba completamente excitada cuando Miguel empezó a temblar y preguntó tímidamente:
-¿Puedo correrme en tus pechos?
-¿Qué si puedes? – Se adelantó Roberto, -Esta puta lo está deseando.
Yo no dije nada y dejé que se viniera encima de mí. De nuevo múltiples chorros de semen de un amigo de mi sobrino caían en mi cuerpo. Miguel gemía, Roberto se reía y yo cada vez más excitada, todavía sin correrme. Aunque una simple caricia en mi entrepierna me haría estallar. Aquel adolescente de cara increíblemente inocente me había bañado completamente el cuerpo y la ropa.
Cuando por fin sucedió lo que más ansiaba. Ví a mi sobrino acercarse a nosotros. No sabía lo que haría, quizás se avergonzaría de mí y se marcharía. Quizás a contárselo a mi marido o a su madre. Contemplando la escena me dijo:
-Tía, ¿Puedo...?
No terminó la frase y me quedé atónita por la dimensión de su insinuación y de su miembro que a esa distancia asustaría a cualquiera. ¡Dios mío, no me lo podía creer, qué excitación! ¿Qué pensaría mi marido si me viera, ¿Y mi hermana?
Se hizo un silencio entre la vorágine de acontecimientos y como si de un cualquiera se tratase le dije: - Puedes follarme -. Mi voz salía temblorosa ante la mirada atónita de los tres chicos.
-¿Cómo lo hago? Me preguntó asustado.
-Siéntate aquí. – Le contesté. Aquella mujer no era yo pero el desarrollo de esos dos días habían hecho que la mujer responsable y casi indiferente al sexo se convirtiera en una fulana con ganas de ser follada. Por quién fuera. Estaba desesperada. Había pasado más de una hora desde mi llegada a casa aquella tarde y sólo pensaba en correrme de una vez. Me daba igual que fuera con mi sobrino o quizás sería hasta mejor.
Me levanté y me caía semen, sudor y mis propios fluidos por todas partes. Mi sobrino se tumbó y yo dándole la espalda, echando a un lado mi braguita y recogiendo mi falda en la cintura me dispuse a montarle.
Miguel atónito, Roberto riéndose y mi sobrino y yo un tanto asustados.
Apenas conseguía agarrarla con una mano y poco a poco con una pierna a cada lado de su cuerpo me la fui metiendo no sin dificultad. Cuando sentí la punta noté que el mundo dejaba de girar. Tan solo se oía silencio.
Nunca, jamás me habría entrado esa enorme polla, pero ese día si. Me senté sobre él y empecé a subir y bajar una y otra vez. El chico gritaba un poco y yo gritaba muchísimo. Cada vez más alto. Más fuerte. Me estaba follando a mi sobrino en mi propio jardín ante la mirada atónita de sus amigos. Las paredes de mi interior me ardían, como todo mi cuerpo. Cada vez me la metía más y me la sacaba más. Mi cuerpo subía y bajaba, como mis pechos, como mi carísimo collar de perlas. Hasta que ya no pude y avisándoles de mi enorme placer me corrí.
Se hizo por fin un silencio tras mis gritos…
Casi pierdo el conocimiento del gusto. Con todo mi cuerpo bañado en el esperma de esos chicos, follada por mi propio sobrino…
Roberto empezó de nuevo a hacer comentarios sobre lo puta que era y lo buena que estaba pero ahora a mi sobrino eso ya no le molestaba.
-¿Puedo hacerlo desde atrás? -Volvió a preguntar tímidamente mi sobrino. De nuevo todos boquiabiertos. Nadie sabía que podría pasar al segundo siguiente.
-Claro - Le susurré de manera cómplice.
Estábamos todos tan sorprendidos del desarrollo de los acontecimientos que ahora hasta parecía ser Roberto el más sorprendido. Sin más contemplaciones me puse sobre el céspez a cuatro patas. Mi sobrino se arrodilló detrás de mí y Roberto delante. De nuevo la polla de mi sobrino en mi coño y de nuevo la polla de Roberto en mi boca. Mi sobrino me empujaba hacia su amigo como si hubiera perdido de un suspiro su timidez. Como si fuera una desconocida. Ya no era su tía. Él ya no era mi sobrino. Sólo un cabrón que me follaba sin piedad. Y de nuevo mi cuerpo, mis tetas y mi collar balanceándose.
-¿Te das cuenta que estás desvirgando a tu sobrino? –Me dijo Roberto.
Una bocanada de calor azotó mi cuerpo al oír eso. Jamás me lo hubiera imaginado. Me estaba follando como un animal sin el más mínimo signo inexperiencia. La situación de nuevo insostenible, el morbo de nuevo en su grado máximo. Mi sobrino no pudo más, Roberto no pudo más. Yo tampoco. Mi sobrino acabó en mi coño, Roberto en mi boca y yo sufrí un segundo orgasmo que no pude gritar pero que fue el que más saboreé de toda mi vida.
Todos nos quedamos exhaustos. El sol en nuestras caras, en nuestros cuerpos. La mezcla de líquidos en mí me mantenía consciente de lo que acababa de pasar. Miguel nos miraba a los tres aún con incredulidad. Sin mediar palabra me fui empapada tanto yo como mi ropa a darme una ducha. Allí no pensé en nada. Sinceramente no creía que le fueran a decir nada a mi marido y en tal caso yo lo negaría. Le diría que como lo había dejado en evidencia se querían vengar. En la ducha me di cuenta de lo abierta que me había dejado mi sobrino. Mi sobrino… sólo de pensarlo…
Carlos y sus amigos se fueron a cenar fuera y ni siquiera coincidieron en casa con mi marido. Esa noche, una vez en la cama mi marido me preguntó si había pasado algo, yo le dije que más o menos todo según lo planeado.
-¿Te excitaste?
-Sí, un poco.
-¿Sabes Cris? Estoy deseando que me cuentes si le llegaste a besar y como fue ese beso. Hoy en el trabajo tenías puesta tu blusa de color dorado, ¿Por qué no te la vuelves a poner? Ya sabes que me parece que estás muy sexy con ella puesta.
Miré a la silla y allí estaba la blusa, reseca, completamente manchada y arrugada. Me acerqué a ella, la cogí y se la enseñé. -No sé, cariño. Ya ves que me manché un poco.
-Da igual, póntela. Si le besaste con ella puesta me pongo más en situación.
Y así con la blusa manchada del semen de mi sobrino y sus amigos me folló mi marido. Me dijo que me veía más caliente que nunca. La razón era simple: No lo veía a él si no a mi sobrino o a Roberto. No permití que dejara de follarme en toda la noche y mientras cerraba los ojos, me mordía el labio para no gritar los nombres de aquellos chicos.
Lo que mi marido no sabría nunca era que aquella tarde me habían hecho de todo menos lo que el fantaseaba: Ese ansiado beso.

A mis 13 años me desvirgo mi tio lindo

La espera se me hacía eterna y Leonardo no llegaba, miraba el reloj, tocaba mis partes ansiosa, puse un espejo cerca para ensayar posiciones, y Leonardo me dejó esperando. Los que llagaron fueron mi madre y mi hermano de la iglesia, me encerré molesta en mi cuarto ya que si me veían notarían mi frustración y sospecharían algo.
Mi enojo fue tal que decidí no volver a estar con Leonardo, y perder mi virginidad con otro, aunque yo deseaba con todo mi corazón que fuera él quien me hiciera mujer, el haberme dejado plantada se ganó mi indiferencia, y traté de no pensar en él.
Pero mi naturaleza de mujer me exigía ser penetrada, y no quería que fuera un mozalbete de los que deslechaba, deseaba que mi realización como mujer, fuera con un verdadero hombre que supiera hacerme la mujer más feliz en la intimidad, pero no había quién me interesara como el cabrón de Leonardo.
Como decidí serle indiferente, empecé a ausentarme un poco de la casa, mi madre me regañaba porque no quería ayudarle a atender el negocio, visitaba a una prima que aunque es dos años mayor que yo, aparento ser la mayor. Su papá es hermano de mi mamá, aunque no es un adonis, tiene mucha personalidad y su plática es amena e interesante, así que por mi mente pasó la idea más perversa; ser suya sin importarme que fuera mi tío.
Las visitas a mi prima fueron más frecuentes, y aprovechaba cualquier ocasión para expresarle a mi tío "mi cariño" por él, lo abrazaba, me sentaba en sus piernas, le permitía que me viera más de lo debido usando mini faldas y tangas cuando subía a la segunda planta detrás de mí.
La tía es como mi madre, metida en la iglesia, y notaba que no le daba la atención a su esposo, y yo me encargaría de hacerlo. Una tarde que nos preparábamos para ir al cine, me puse una mini falda, estaba tan a la cadera que se me veía un tatuaje temporal que tenía abajo de mi espalda mi tío lo miró y me quiso regañar por traerlo, le expliqué que se podía quitar con agua, y con toda la intención puse saliva en mis dedos y los pasé por el tatuaje para que viera que se borraba, tomé su mano y la froté en el lugar, sin soltarla me bajé la falda y la puse en mi vientre donde había otro, sentí que frotaba más de lo debido y lo dejé, miré su entrepierne y tenía un bulto enorme que se me antojó al instante. Pero no quería que pensara que era una ofrecida, así que me comporté como una niña inocente, como si no supiera que lo excitaba. Se ofreció a llevarnos, mi prima no quería pero yo la convencí, como ella estaría con su novio, cuando llegamos le pedí a mi tío que me comprara unas palomitas, me llevó con él, cuando regresamos la sala, perdimos a mi prima y a su novio. Entramos y nos sentamos seguros de encontrarlos al final de la película.
La película era una comedia americana para adolescentes y adultos, en ella hablaban de "orgasmos", de masturbación, etc., se trataba de que la chica como muchas de nosotras, andaba de caliente, urgida de perder su virginidad, y cuando sucedió no fue como lo esperaba, de inmediato me puse en su lugar, yo no deseaba que mi primera vez fuera con alguien sin experiencia, me veía en la protagonista de la película.
Para ayudar a mi tío para que se propasara conmigo, empecé a preguntarle que era un orgasmo, en la escena donde la chica se masturba por estar insatisfecha de su marido, le pregunté con "ingenuidad", qué hacía, y titubeando trataba de explicarme. En un momento me recosté en su hombro como si estuviera aburrida, tomé su brazo y le dije que me abrazara, que sentía frío, nervioso miró a su alrededor y me abrazó, sentí que aspiraba mi pelo, yo hice como si buscara a mi prima, y volteé hacia atrás al mismo tiempo que me apoyaba en sus hombros, quedando mi ombligo en su cara, y cuando me volteaba, mis nalgas podía olerlas, al bajarme puse mi mano despistadamente en su verga que al tocarla sobre el pantalón, sentí un vuelco que me hizo desearlo más.
Antes de terminar la película le dije que me estaba aburriendo, que nos fuéramos a la casa y a mi prima la esperábamos allá, sin perder tiempo salimos de la sala, en esos momentos mi plan era ser la mujer de mi tío. Sabía que mi prima se iría con su novio a hacer sus "cosas", y sin querer le ayudé con su papá.
Cuando llegamos al estacionamiento, mi tío me ayudó a subir a su camioneta, como el estribo es alto, me tomó de la cintura y cuando me subía, tuvo oportunidad de admirar mis nalgas en todo su esplendor, escuché que suspiró discretamente. El camino era corto y hablábamos de cualquier cosa, sin dejar de comportarme como una niña inocente.
Ya en la casa, le habló a su hija, según él la regañaba por haberse perdido, luego me la pasó y susurrando me agradeció que nos hayamos separado y perdido para estar con su galán. Le dije que no se preocupara, que estaría en su cuarto escuchando música y su papá viendo televisión.
Eran las ocho de la noche, la tía, no llegó con una vecina, no se dio cuenta que estaba yo en la habitación, pensó que andaba con su hija, y solo le avisó a mi tío que se iba a jugar las cartas con sus amigas. Mi tío no objetó nada, quizá presentía lo que le esperaba.
Me puse ropa de dormir, un boxer y un corpiño de mi prima que me quedan muy ajustados ya que ella es muy delgada y yo muy nalgona y chichona. Salí con la seguridad de excitar a mi tío, sin dejar de ser la sobrina "inocente". Estaba sentado, en la parte que hace esquina de la sala, viendo la televisión con unas cervezas a un lado.
Me senté un poco retirada de él, no sabía que hacer para llamar su atención, y cuando vi el teléfono se me ocurrió una buena idea; le pedí permiso para hablar por teléfono, lo tomé y me volteé para según yo, hacer una llamada, pero marcaba al azar, y simulaba que no me contestaban, sabía que su mirada estaba en mi trasero que salía del boxer pequeño. Luego hice como si me contestaran, me volví a sentar y como sentía que sabía que no hablaba con nadie, me recosté en el sillón boca abajo doblando mis rodillas, quedaban mis pies arriba y abría mis piernas un poquito, la posición ya la había ensayado, y por eso estaba segura que alcanzaba a ver al menos los vellos de mi panochita.
Me cansé de simular la llamada, él fue al baño y yo aproveché para subirme un poco más el boxer, cuando regresó se puso más cerca de mí, simulé estar agotada y que me dormía, los pensamientos pecaminosos aumentaron, pues imaginaba que para esa hora, mi prima estaba siendo cogida por su novio, pues era su plan irse a un hotel después del cine.
Mi tío no se animó a cogerme, pero llegué a sentir el roce de sus dedos en mis nalgas, temía que "me despertara", yo deseaba que enloqueciera y me poseyera, pero nada sucedía. Timbró el teléfono y según yo, me despertó, era la prima que avisaba llegaría más tarde porque cenarían en algún lugar. Me senté bostezando, mi tío se volteó para que no mirara el bulto que hacía su cosa.
Se volvió a sentar, y yo me recosté en sus piernas, mi cara quedaba a menos de dos pulgadas de su palo, y ya desesperada tomé la iniciativa, preguntando de manera inocente;
--¿tío, qué es un orgasmo?—Claro que no esperaba semejante pregunta.
--¡este, ejem!, ¿porqué preguntas eso?.—
--en la película hababan de eso, también de masturbación, ¿qué significa masturbarse?.—
--pues deben enseñártelo en la escuela, o mejor pregúntale a tu mamá.— y le mentí;
--ya lo hice, pero me regañó, y un compañero de la escuela me prometió enseñarme lo que era masturbarse.—
--¿y no lo hizo?.—
--no, pero mejor dime tu tío, ¿qué significan esas cosas?.--
--mira, vamos por partes, pero lo que hablemos aquí se puede malinterpretar, y si tu madre, tu tía o tu prima saben, pensarán cosas que no son.—
--¡ayy, no tío, dígame que es eso, le prometo que a nadie le digo!.—Me miró extrañamente, y empezó a medio explicar;
--la masturbación es como se satisfacen sexualmente las personas sin llegar a tener sexo.—
--¿y cómo se masturba un hombre?.—
--ejem, pues toman su pene en la mano y lo frotan.—
--pero ¿cómo?, ¿puedo verlo a usted?.— Sabía que mi tío no era nada tonto y de inmediato sacó su verga, que estaba ansiosa por salir de su cárcel, bajó sus pantalones hasta las rodillas y empezó a frotarse, sus huevos se contraían. De inmediato la comparé con la de Leonardo, muy diferente, mucho más larga y gorda. Yo lo miraba como si me interesara más la lección, sin nada de lujuria, no quería echar a perder las cosas.
--¿y que siente tío?.—
--¡ahh, rico, muy rico!.—
--¿y cuanto tiempo lo frota así?.--
--hasta que eyaculamos.—
--¿y qué es eyacular?.—me miró extrañado sin dejar de frotar su palo.
--¿de verdad no sabes?.—contesté con la cabeza que no.
--es cuando uno echa semen, eso es prácticamente el orgasmo en el hombre, es la cima del éxtasis, es algo delicioso.—para ese momento ya estaba muy mojada.
--ah,ok, tío; ¿y cómo se masturba la mujer si no tiene pene?.—
--frotan su vagina, ¿no lo has hecho?.—
--no, no recuerdo haberlo hecho.—
--¿quieres que te diga cómo?.—
--a ver—dije de manera indiferente,--dígame como, ¿me quito el boxer ¿verdad?.—
--¡siii!.—dijo en voz baja, me puse de pié y para que no me viera mi vagina, le di la espalda y me quité casi en su cara el boxer. Luego tapándome mi parte íntima, pregunté que seguía.
--¡acércate!.—obedecí, tomo mi mano derecha y la guío a mi vagina, abrió mis piernas y acomodó mis dedos pulgar e índice en mis labios, él mismo los abrió y se dio cuenta como sin ninguna instrucción empecé a dar círculos en mi clítoris. Recordé que él me estaba enseñando y me detuve.
--¿porqué te paras?.—
--quiero que usted me diga como.—pasó su mano por la boca y la puso en mi raja, al contacto sentí la experiencia que tenía en mujeres, mis ojos se cerraron, alcé mi cara al techo, bajé los tirantes del corpiño para liberar mis senos, de inmediato puso su boca en ellos, los mordía suave, loa lamía, mamaba. Los estiraba mientras mi raja era cogida por sus dedos. Yo misma puse sus manos en mis nalgotas, sabía que me estaba gustando.
--¿te gusta verdad?, ¿te gusta lo que te hago?.—
--¡ajá, si tío me gusta mucho, quiero que me lo haga siempre!.—
--¿qué quieres que te haga?.—
--lo que usted quiera tío, sé que me gustará lo que me haga.—
--¿nunca te la han metido?.—
--¿qué cosa, a qué se refiere tío?.—
--no te hagas la tonta, ¿nunca te han metido la verga?.—
--ah, eso, no nunca.—dije sin dejar de mover mis caderas, pensé que había echado todo a perder, creí que mi tío me haría lo mismo que Leonardo, temía quitarme la virginidad.
--¡ahhh chiquita, me encantará ser el primero, ¿eso quieres?.—
--¡si tío, usted solo dígame qué hago.--
--por lo pronto, acerca tu cara a mi verga.—me incliné dejando que pasara sus manos por mis nalgas, que las abriera, que sus dedos siguieran en mi raja, tomé su palo, aspiré y empecé a hacer mi labor, mamé con unas ganas tremendas, ya lo deseaba pues tenía un buen tiempo que no mamaba verga.
Mi tío se recargó en el sillón, yo me hinqué, pensé que me estaba delatando y me detuve;
--¿así está bien?.—
--déjate de cosas Caro, se nota que eres experta mamando, y no dudo que me hayas mentido, seguro ya te han cogido hasta por las orejas.—
--¡no tío, de verdad que no!.—
--bueno, ya lo veremos, por lo pronto sigue mamando, hasta que me saques los "mecos".—
esa palabra me recordó los inicios de mis travesuras y me calenté de más, mamé como loca, chupé sus huevos, los mordía, lo masturbaba y trataba de tragarme semejante verga pero me era imposible. Yo misma puse sus manos en mi nuca, y empezó a cogerme por la boca.
Me olvidé de todo y me propuse darle la mejor mamada de mi vida, y es que esa verga es fabulosa, no comprendo por qué mi tía no le ponía atención.
Sentí que sus piernas se endurecían, su vientre duro por el ejercicio se restiraba, sabía lo que venía; saqué la verga de mi boca y apunté con ella hacia arriba para lamer sus huevos, en eso sentí que pasaba su leche y de inmediato puse el glande frente a mí abriendo la boca, esperé como si fuera la fuente de la vida, su leche cayó en mi cara, el segundo chorro en mi garganta y sumergí su verga hasta la garganta, lo más que pude, sentía como escupía la leche que alentaba mi traquea sin ahogarme, ya que había tomado suficiente aire, para eso mis manos estaban frotando mi clítoris con fuerza y con la verga en mi boca me vine a mares, parecía que orinaba, pero no, era un orgasmo que la mamada me había provocado.
Dejó de eyacular y me tomó de la cabeza, sin sacar su verga de mi boca, luego me levantó y me llevó a su recámara, la idea de coger en la cama donde lo hace con su esposa me calentó más, decidí ser su mujer de la manera más cachonda para gustarle más que su propia esposa.
Me empinó en la orilla de la cama, mis nalgas quedaban expuestas, las abrí un poco esperando recibir su verga, pero se contuvo, abrió mis nalgas y se dedicó a lamerme el coño, su lengua me hacía ver el cielo, luego un dedo en mi culo, y otro, y otro, ensalivó sus dedos abundantemente e hizo de mi culo su centro de entretenimiento;
--¡Carolina, que rico culo tienes, muy apretado mamita, como lo voy a gozar!.—
--¿pero no se supone que me cogerás?.—
--¡sí, te cogeré también por el culo!.—
--pero, ¿es posible eso?. ¿también se puede así?.—
--ya lo verás, todo lo que se puede hacer con un cuerpo como el tuyo mi niña.—
--¿te parezco niña tío?.—
--bueno, lo eres, pero pareces una mujer, y qué mujer, si así estás ahorita, más grande te pondrás más buena, tanto que todos querrán hacerte lo que hoy te haré.—
--¿y me gustará?.—
--si no te está gustando, finges muy bien sobrina.—
dejé de hablar y me concentré en lo que mi tío me hacía, sabía que me cogería y estaba feliz, feliz de que fuera un verdadero hombre quien me cogiera, para que me tratara como una verdadera mujer a mis casi catorce años.
Mientras seguía concentrado en mis nalgas y culo, pasé mi mano por debajo y me masturbé, alcancé a ver su verga, me parecía increíble que después de tanta leche que me echó, siguiera tan dura como la de un jovencito. Ya no pude más...
--¡ahh, ahhh, tío yaa, hágalo yaaaaaa cójameeeeeeee!!!!!.--- no esperó, se colocó detrás, puso su palo en mi entrada, lo frotaba volviéndome loca, y.....¡ahhhhh!. Su verga entró despacio, abría los pliegues de mi vagina poco a poco, sentía que no terminaba y que me llegaría hasta la garganta, puse mi mano en su palo, pensé que ya estaba toda dentro, me dio miedo y al mismo tiempo felicidad de saber que faltaba más de la mitad de ese palo. De repente se detuvo, mis nalgas se movían instintivamente y de pronto....¡zaaazzz!. Empujó con fuerza y me penetró hasta el fondo, sentí que me desmayaba de dolor y placer, dentro de mí sentí que algo había tronado, al fin, sentía por primera vez una verga en mi interior.
A pesar del dolor a mi tío no le importaba, siguió empujando y sacando con tanta fuerza que el dolor paulatinamente se transformó en un verdadero placer, me sostenía de las caderas que escuchaba como chocaban en su vientre.
--¡ahh, ahh, Caro, no sabe cuantas veces imaginaba esto!.—
-¿de verdad tío, quería hacérmelo a mí?.—
--¡sí, pero cuando me venía me arrepentía por que eres mi sobrina!.—
--¿y cuando terminé de hacerme esto, se arrepentirá?.—
--¿tú quieres que me arrepienta?.—
--¡no tío, quiero que le guste y me lo haga cuantas veces quiera!.—
--¡entonces así será Carolina, mi querida Carolina!, ¡qué culo, qué nalgas!.—
Sin dejar de cogerme me volteó, puso mis piernas en sus hombros, sentía que me abría más,
Su verga entraba más profundo, sus manos apretaban mis tetas que rebotaban en la embestida, yo empecé a gritar como loca, él trataba de taparme la boca pero no pude y grité al sentir que de nuevo me venía, era diferente el orgasmo, ya que me estaba viniendo con un buen pedazo de verga invadiendo mi vagina.
Mi tío no paraba, bajó mis piernas y sin sacar su palo de mí, me acomodó en las almohadas de su cama, lo abracé con mis piernas, lo tomé de la cara y lo besaba en la boca apasionadamente, lo miré a los ojos y le dije;
--¡ahhh papi, dime que te gusta, dime que soy una verdadera mujer!.—
--¡ohh mi nena, ya eres una verdadera mujer, y no sabes lo feliz que estoy de ser yo el primero, eres mi reina, y así será mientras tu quieras!.—
--¡si mi amor!—ya no le hablaba de usted, ¿lo notaron?.—¡si papi, así será amor mío!.—
recuerdo que en ese momento pensaba en Leonardo, y me decía a mi misma;--¡de lo que te perdiste "pendejo".—
mi tío besaba mis tetas bruscamente, sabía que me dejaría marcas, y se lo permití, luego me volteó, sacó una especie de lubricante, embadurnó mi ano, luego su pene, acarició mis nalgas como cuando relajan la piel cuando recibe una inyección, yo misma abrí mis nalgas, al sentir su cabeza en mi ano, sabía que me iba a doler mucho más que por la vagina, pero fue diferente, mi tío relajó previamente mi culo con sus dedos, fue metiendo su verga lentamente, su cabeza fue lo más difícil, ya que está muy grande, el glande le abría paso al resto del palo, yo misma empujaba mis nalgas hacia él para que me poseyera. Me dolía, pero me estaba gustando, sabía que era solo un momento y valía la pena para poder gozar la cogida anal que estaba a punto de recibir. Se detuvo, volteé para verlo, su cara de lujuria nunca la olvidaré, me excitó, de igual manera toqué su palo,¡nooooo!, faltaba un buen, no sabía que sucedería si empujaba de golpe ya sea él o yo, yo tenía que hacerlo, él no se iba a atrever. Lo detuve con mi mano, y sin dejar de verlo a los ojos, otra vez...¡zzaaazzz!, de nuevo el grito de placer que me trastornaba, apenas entró toda, mi tío siguió con la embestida brutal.
Yo estaba llorando de placer, llorando porque me había enamorado de Leonardo, y no era él, llorando porque él se lo había perdido, llorando de felicidad de ser cogida de esa manera, el hecho de que fuera el hermano de mi madre, no me importaba.
Mi ano se amoldó a su pene enorme, entraba y salía con una facilidad increíble, pensaba en mi prima, segura de que no gozaría tanto como yo, segura de que mi tía no aprovechaba ese tronco delicioso como yo lo haría después de esa noche.
Me gustaba ser sodomizada, estaba encantada, así que tomé su mano y la puse en mi pelo, entendió el mensaje y me lo estiraba como cabalgándome, se paró detrás de mí y la penetración fue mucho más profunda, en la embestida mi culo expulsaba aire, lejos de darme pena, me agradaba que su verga fuera la causante de sacarme "pedos", a cabo, yo le sacaría "mecos".
Me imagino que la visión era insoportable pare mi tío, su sudor caía en mi espalda, sus manos apretaban mis nalgas y de vez en cuando nalgueaba, a veces fuerte, a veces suave, yo no dejaba de mover mi trasero para todas direcciones;
--¡ahhh, ahh Caro, no te muevas tanto mami, me harás terminar!.—yo no hacía caso porque ya estaba a punto de vaciarme otra vez y aceleré mis nalgas.
---¡ahh, ahh siii, siii eso quiero, ya me vengooo!.—
--¿quieres que me venga dentro, o en tu boca?.—me la puso difícil, ya que como saben, me encanta tragar semen, soy una adicta a la leche masculina. Pero ya sería en otra ocasión, y como era mi primera vez......
--¡vente en mi culo papi, vente dentro de mí, ya luego me tragaré tus "mecos"!.—apenas terminé de decir eso, y sentí que apretaban con fuerza mis nalgas, mi tío gemía escandalosamente, ya no le importaba que alguien escuchara, yo no dejé de mover mis nalgas y empecé a tener otro rico orgasmo que acabó con mis sentidos...
--¡ahhh siii, siii, así tío cógete a tu sobrinita chula, hazme una puta papi, tu puta!.—
--¡siii mami, la mejor de las putas, eso serás mamacita, la puta más rica que he cogido!.
Depositó su semen en mi recto, caímos cansados a la cama, él sobre mí, yo aturdida de tanto placer. Al fin había logrado lo que tanto quería, y de qué manera.
Descansamos un poco, y tuve que irme al cuarto de mi prima para que me encontrara dormida y que no sospechara, no supe cuando llegaron ni mi tía, ni mi prima, a la mañana siguiente estaba a mi lado dormida. Mi tía preparaba el almuerzo contando de cómo le fue con las amigas en el juego de las cartas. Me puse una blusa que cubriera mi cuello, ya que una escotada delataría mis senos con chupetones, chupetones que me encantaba ver en el espejo para evocar los momentos tan íntimos con mi tío.
Él no quería verme a los ojos, pero estando a solas, le pedí que nos comportáramos como si nada, para no levantar sospechas, entendió, seguimos teniendo sexo muchas veces aunque en la actualidad no tan seguido. Empezó a comprarme ropa interior sexy y a darme mis gustos, claro que a escondidas de los demás.
Por un tiempo mis travesuras fueron solo con mi tío, hasta que cumplí mis XV, en la que demostró su esplendidez y ayudó a mamá con la fiesta para su sobrina consentida, "su putita" como me dice mientras me coge.

En la india siendo infiel a mi marido

Decidí cenar en el restaurante del hotel y pedí una "pizza peperoncini", pensando que en un país como la India los platos cocinado con guindilla debían ser exquisitos. Aunque tenía hambre, de nuevo la cena se me hizo difícil, ya que mi mente estaba más ocupada en otras cuestiones. La figura sonriente de Naldori se me aparecía continuamente, lo que hacía que recordara el placer que me había dado esa tarde y que me humedeciera de nuevo. Mi mente volaba entonces al "Garden Eros", fantaseando que acudía allí y que me encontraba a mi experto amante, quien me enseñaba nuevas y eróticas sensaciones Luego, presa de optimismo, me veía ya en Madrid, en mi cama de matrimonio, disfrutando por fin con mi esposo del sexo. El caso es que la fantasía se fue repitiendo una y otra vez, excitándome de un modo tan intenso, que apenas pude cenar. Alcancé un grado de calentura tal, que el propio Naldori fue sustituido por cualquiera de los hombres que había en el restaurante, a los que, medio a escondidas y sin poder evitarlo, les miraba a los pantalones, imaginándome sus pollas, grandes y duras, a mi disposición.
Tomándome el café, comprendí que todas esas fantasías podían hacerse realidad y decidí finalmente acudir al lugar que me había presentado Naldori, mientras me invadía una sensación de absoluto nerviosismo, no sólo por lo excitante de la ocasión, sino sobretodo porque sabía que dar el paso implicaba completar una infidelidad que había empezado el día anterior en un cutre vagón de tren.
Tras la cena, intenté relajar mis nervios y ansiedad con un largo baño de espuma. Después comencé a prepararme para la insólita velada que me esperaba. No tenía ni idea de cómo debía vestir, de modo que procuré ponerme lo mas sexy posible, aunque mi vestuario era de corte muy tradicional y dejaba pocas posibilidades de lucimiento erótico. Un conjunto de ropa interior de encaje blanco, una blusa de muselina negra y una falda de color beige que me llegaba a la altura de las rodillas acompañada de una chaqueta a juego. Para el calzado pensé en unas sandalias negras de medio tacón. Me esmeré más en el retoque de mi rostro, acentuando el verde de mis ojos y el brillo rosado de mis labios con el maquillaje más adecuado. Unos pendientes dorados de bolitas colgantes completaron el cuadro de mi cara.
Hecha un manojo de nervios, me miré al espejo y me encontré suficientemente guapa, o mejor aún, atractiva. Mi pelo alborotado, aún corto, me daba un aire juvenil que se me antojaba más adecuado a la edad del joven Naldori con el que pensaba encontrarme poco después. Sólo había algo que podía hacer para dar a mi silueta un toque más sensual, desabrochar un par de botones de la blusa más de lo habitual, para mostrar al menos una pequeña porción de mis pechos que, aun sin ser demasiado grandes, quedaban realzados por el sujetador que llevaba puesto. Mal efecto no debía causar, a tenor de las miradas masculinas que recibí mientras atravesaba el hall del hotel camino del taxi que me iba a llevar al infierno o al paraíso.
Fue en el taxi que me llevaba al Eros Garden donde fui consciente de la barbaridad que estaba a punto de cometer. En el hotel siempre estaba a mi alcance cambiar el rumbo, pero en el taxi esa posibilidad ya no existía. Era como cuando te subes a una montaña rusa: en la cola de espera hay nervios, pero sabes que en cualquier momento puedes darte la vuelta, mientras que una vez estás subido en el aparato la adrenalina se dispara porque ya no hay escapatoria. Y aunque podía decirle al taxista que me llevara de nuevo al hotel, algo me seguía incitando a lanzarme a la aventura.
El taxista paró en una pequeña calle, tan desierta como todas las que habíamos recorrido desde el hotel, cosa lógica teniendo en cuenta que eran más de las doce de la noche. No había indicación luminosa alguna del lugar, sólo una pequeña puerta negra custodiada por un hombre voluminoso. Le entregué la tarjeta que me había dado Naldori y, de inmediato, dio tres golpes a la puerta. Esta se abrió y tras charlar brevemente con alguien, el portero me hizo pasar. Una joven india, vestida con un típico sari de color encarnado, me recibió y me hizo señas de que le acompañara a través de un sombrío pasillo, lo que no hizo sino acrecentar mi ansiedad y una creciente sensación de vergüenza por el lugar en el que me estaba metiendo.
Finalmente llegamos al final del pasillo y pasé a un pequeño despacho en el que un hombre hacía anotaciones en un cuaderno. Sin mirarme siquiera, me dijo que esperara un momento. Terminadas sus tareas, alzó la vista y me preguntó, en ese inglés extraño que parecen hablar todos los indios, lo que deseaba. Le enseñé la tarjetita, la miró unos instantes y me preguntó quien me la había dado. Le dije, sin entrar en más detalles, que Naldori, lo que pareció sorprenderle inicialmente, para luego mirarme y mostrar una sonrisa cómo diciendo "¡Qué chico, éste!" Era un hombre maduro, de unos 55 años o más, con el pelo canoso y corto y la tez bronceada. Sus ojos eran tan oscuros como los de Naldori, pero mucho más penetrantes. Se tomó su tiempo para observarme con detenimiento, algo que curiosamente no me molestó, antes de dirigirse de nuevo a mí para saber cual era mi nombre. Le contesté y él me dijo que se llamaba Adazart y que regentaba ese lugar.
Estuvimos charlando unos diez o quince minutos sobre mi estancia en la India y lo que me estaba pareciendo el país. En realidad creo que se había dado cuenta de mi nerviosismo y con esa charla intrascendente logró serenarme lo suficiente para poder preguntarme, ya sin rodeos, si tenía idea de lo que se hacía en el Eros Garden. No pareció sorprenderle tanto mi escueto "no", de modo que me indicó someramente y con firmeza, que ese era un lugar para desarrollar libremente y sin tabúes, ni impedimentos, los impulsos sexuales personales de los allí presentes. No me dijo más y clavó sus ojos sobre los míos, observando mi creciente turbación, cómo esperando que le dijera que mejor me marchaba de allí. Y la verdad es que, por un momento lo pensé, pero, al igual que me sucedía con Naldori, Adazart me hechizaba con su atractiva mirada, y lo peor fue que mi mente se desbocó de nuevo. Empecé a imaginarme como sería su polla en erección y, por supuesto, eso me excitó.
Un casi imperceptible "Ok" fue el detonante de mi aventura nocturna. Adazart llamó a la joven india, le dijo algo y se despidió de mí, con una sonrisa que me pareció reconfortante y encantadora, diciéndome "Luego nos vemos, pásalo bien". Mi anfitriona me llevó a una pequeña salita en la que podía distinguir vestimentas muy diversas. La chica rebuscó en un lugar, me dio un extraño conjunto compuesto por dos piezas, ambas formadas por velos de llamativos colores, y me instó a ponérmelo. Inicialmente me quedé perpleja, porque no me lo esperaba, pero ella insistió con un tono de firmeza tal, que me convenció de que era realmente necesario cambiar de vestuario. Mientras lo hacía me acordé irónicamente de las dificultades que había tenido en el hotel para elegir un atuendo algo atrevido. Ahora llevaba dos estrechos aros metálicos, uno en el cuello y otro a la altura de la cintura, de los que colgaban llamativos velos de seda que cubrían de un modo muy sugerente la mayor parte de mi cuerpo. De mi vestuario original sólo quedaba la ropa interior, porque las sandalias también habían dejado su lugar a unas zapatillas bajas doradas. La chica india me instó a despojarme también de bragas y sujetador, luego completó el atuendo cubriendo mi cabeza con un velo largo y de color verde esmeralda, me miró de arriba a abajo y pareció dar su aprobación. Me acercó a un espejo y, efectivamente, comprobé que tenía un aspecto de mujer musulmana u odalisca realmente sensual. Más por curiosidad que por otra cosa, le hice saber que quería saber su nombre. Me entendió pronto y me dijo que se llamaba Serotcel o algo parecido.
Bien, ya estaba preparada, y la inquietud y excitación, temporalmente aplacados mientras cambiaba mi vestuario, regresaron con mucha más intensidad, ahora que veía inminente lo que me podían deparar las siguientes horas en ese local.
Serotcel me cogió de la mano y me llevó hacia un gran portón blanco. Una pareja entraba delante de nosotras, ella vestida de una guisa muy similar a la mía y él con el atuendo propio de los jeques árabes. La chica india me ofreció una especie de antifaz, algo que de nuevo me dejó sorprendida, aunque pronto comprendí que el objetivo era proteger mi intimidad. Primero dudé y luego decidí ponérmelo, notando que apenas me incomodaba tanto al tacto como a la vista. Tras traspasar el portón blanco me encontré en una sala iluminada tan solo por velas y con una atmósfera envuelta por el humo que desprendían varios cuencos ovalados, cuyo aroma, intenso y penetrante, indicaba a todas luces que en esos recipientes se quemaban especias orientales. Una suave música india terminaba de dar un toque sugerente y a la vez tranquilizador a la estancia. Apenas se distinguían muebles, predominando la tapicería, tanto de pared como de suelo, aunque en la penumbra oscilante de las velas apenas podía distinguir las figuras de tapices y alfombras más cercanos a nosotras.
La joven india me hizo recostar sobre unos almohadones, junto a una de las mesitas que ocupaban los cuencos humeantes, y me dio a beber una copa que contenía un curioso brebaje en el que se mezclaban sabores de piña, manzana y alguna especie de licor alcohólico. En ese momento me sentía como viviendo un sueño, sin asimilar la extraña situación en la que me encontraba. Al poco de estar allí unas luces potentes iluminaron el centro de la sala donde varias mujeres, salidas de la nada, iniciaron un baile erótico, al son de una música mucho rítmica y estridente. La mayor iluminación me permitió saber que en la sala había bastante más gente de lo que yo creía. Las bailarinas nos deleitaron con una hermosa danza del vientre mientras portaban unas velas encendidas sobre las palmas de sus manos, sin que estas cayeran, increíblemente, pese al movimiento de sus cuerpos.
Al terminar la actuación quedamos de nuevo inmersos en la penumbra y bajo los compases de una música india suave y reiterativa. Dos figuras masculinas, ambas también con indumentaria árabe, pasaron frente a nosotras, se detuvieron unos momentos para mirarnos, y se alejaron a otro lugar de la sala. Esa breve, pero inquietante mirada, me sobresaltó y me hizo recordar las palabras de Adazart, cuando me indicó, o así yo lo entendí, que cualquiera podía querer acercarse a mí para tener sexo conmigo.
Serotcel pareció darse cuenta de mi inquietud creciente, se puso a mis pies, e inició un masaje en ellos. Algo incómoda, le nombré a Naldori, al que realmente echaba de menos allí, esperando una respuesta de ella. Me encontré con su sonrisa y un movimiento negativo de la cabeza, lo que no me aclaró si es que no conocía al joven indio o me decía que él no iba a aparecer por allí. Lo que sí empecé a sentir es un agradable gusto con los dedos de Serotcel, que maniobraba con sutileza ya no solo por mis pies sino adentrándolos, piernas arriba. Alternaba movimientos suaves y circulares con pequeñas presiones, todo ellos sin dejar de adentrarse hacia mis muslos, en una caricia que, pese a ser femenina, no sólo calmó mi turbación sino que empezó a despertar de nuevo ese placer que había descubierto con Naldori. Los velos que tapaban mis largas piernas se fueron apartando para dejar paso también a su boca, cuando su lengua comenzó a recorrer ávidamente la parte interior de mis muslos. Estaba descubriendo una nueva faceta en mi vida sexual como era dejarme acariciar por otra mujer y la verdad es que no sentía ningún repulsión por ello, incluso me sentía bien porque de algún modo no me parecía traicionar con ello a Oscar.
El placer que recibía comenzó a mezclarse con los efectos de la bebida que había ingerido y hasta me pareció sentir la música, que sonaba a nuestro alrededor, mucho más dentro de mí. Las manos que Serotcel manejaba como los Ángeles sobre mi sexo, dejaron paso a su lengua húmeda y sabia que recorría todos los rincones de mi coño ardiente, y ya me dejé llevar, abriendo por completo mis sentidos y mis piernas a esa maravillosa experiencia. Cuando ya estaba a punto de correrme, ella abandonó la tarea y subió con sus caricias a mis pechos, rozando apenas con su boca mis pezones, antes de terminar fundiendo sus labios con los míos. Su beso era como el de Naldori, dulce, suave y concentrado en mis labios, mientras acariciaba mis pezones, lo que me mantenía caliente pese a que mi sexo había sido dejado en paz, y con unas ganas tremendas de utilizar la lengua en ese profundo beso. Sentía una presión en mis labios poco común, hasta que caí en la cuenta de que no eran unos labios, sino dos los que recorrían los míos. Abrí los ojos y a duras penas pude distinguir, por la escasez de luz, a la persona que se había unido a la fiesta, cuyos cabellos grises le delataban: era Adazart. Me sorprendió y a la vez me alegró, pues eso significaba que él sentía algún tipo de atracción hacia mí. No sé por qué, tenía la sensación de que siendo el dueño del local debía ser muy especial ser el centro de su atención y en ese momento él estaba allí, dedicándose a mí.
Nos besamos los tres durante un buen rato, sin dejar de recorrer nuestros cuerpos ansiosos de caricias. Yo era reacia a utilizar mis manos con Serotcel, pero en cambio mi deseo hacia Adazart crecía a la par de mi propia excitación. No pude contenerme mucho tiempo sin buscar su polla que encontré erguida y dura y comencé a masturbarle, tal vez con más devoción de la debida, pues a los pocos momentos él me retiró la mano y se incorporó. Serotcel se concentró en besarme mis pechos y Adazart puso ante mi vista una verga delgada y larga, que emergía de una buena mata de pelos tan grises como los de su cabeza. Se la cogí de nuevo y volví a pajearle, pero esta vez con más lentitud hasta que él mismo la agarró por su base y la dirigió a mi boca. Por unos momentos dudé en chuparla, me parecía una excesiva traición a Oscar considerando las veces que él me lo había pedido y yo se lo había negado. Sin embargo la polla de Adazart aparecía atractiva, embriagada como estaba por el licor que había bebido y por las caricias de Serotcel sobre la totalidad e mi piel. Además necesitaba saber que era capaz de hacerlo, antes de intentarlo con mi esposo.
Con timidez, acerqué mis labios al glande de la verga de Adazart, apoyándolos suavemente sobre su resbalosa piel, lo suficiente para notar el sabor amargo de sus líquidos preseminales. Adazart me sujetó la cabeza y apretó suavemente, dejándome claro lo que quería. Abrí la boca y él mismo empujó su polla hacia mi paladar, lo que hizo que instintivamente la cerrara, engullendo la mitad de su vara. No sé si era la propia excitación, pero me encantó sentir el calor que desprendía ese pedazo de carne, no muy grande pero suficiente para llenarme la boca. Utilicé mi lengua para lamer y succionar lo que tenía dentro, mientras Adazart permanecía quieto dejándose hacer, pero sin soltar el velo que cubría mi cabeza, como si temiera que fuera a escapar. Mamársela a ese hombre ya maduro, pero muy atractivo, y sentir la lengua de Serotcel jugar de nuevo con mis labios vaginales y mi clítoris, me llevó irresistiblemente a masturbarle con mis propios labios. Adazart comenzó a acompañarme moviendo su cuerpo en clara intención de follarme la boca. Yo comenzaba de nuevo a sentir los síntomas que había conocido esa misma tarde con Naldori y que anunciaban un cercano orgasmo. Adazart pareció darse cuenta y sacó su polla del recinto que tan ricamente la acogía mientras que Serotcel se apartaba de mi mojado coño. La chica se prestó rauda y veloz a besarme de nuevo en la boca y el dueño del local se situó entre mis piernas. Sabía que era cuestión de segundos ser follada por otro hombre que no fuera mi marido Oscar, pero ya no me importaba y menos cuando, tras ser atravesada por su polla y empezar aquel su movimiento de entrada y salida, no sentí esa desagradable sensación de incomodidad y dolor que aparecía cada vez que mi marido me hacía el amor. Adazart se movía sobre mí con un ritmo pausado y continuado, haciendo que me acercara al paroxismo. No pude evitar que mi lengua buscara la de la chica india que me besaba y ésta no puso objeción alguna. A los pocos instantes crucé mis piernas sobre la espalda de Adazart mientras él arremetía, ya más con fuerza, dentro de mis entrañas hasta que el placer me invadió y exploté en un orgasmo aún más fuerte que el que tuve con Naldori, y en el que mis gritos creo que apenas quedaron ahogados por la música que sin cesar se extendía por toda la sala.
Cuando me calmé noté que Adazart ya no me cabalgaba. Estaba medio tumbado junto a mí y me miraba con esos ojos brillantes en los que se reflejaba el baile de las velas más cercanas. Pese a la escasez de luz sus ojos se manifestaban penetrantes y parecían interrogarme. Miré a la entrepierna de Adazart y vi que su mástil seguía tieso, algo que me tranquilizó pues realmente era peligroso que se hubiera corrido dentro de mí, sin protección alguna. Me propuse complacerlo como a Naldori y busqué su polla, pero Adazart frenó el movimiento de mi mano, me acercó la copa de esa mágica y rica bebida y, tras darme un suave beso en los labios, me susurró "Enjoy", incitándome a disfrutar de la noche. Luego se alejó a otro lugar de la oscura sala en la que, con los sentidos menos ocupados en mis propias sensaciones, ya podía notar como se entremezclaban el sonido de la música india y los gemidos de los allí reunidos.
Busqué a Serotcel y la encontré a unos metros de donde yo estaba, junto a dos hombres vestidos, como el resto de los allí presentes, con el atuendo típico de los jeques árabes. De pie y con su cuerpo inclinada hacia delante, Serotcel era follada, por detrás, por uno de ellos, vestido de blanco, alto y corpulento,, mientras le mamaba la polla al otro, más bajito y algo panzudo y cuyo atuendo negro contrastaba con el de su compañero. Mientras apuraba la bebida me dediqué a observar lo que sucedía entre ellos y pronto me llamó la atención el "jeque" blanco que se estaba follando a la joven india de un modo pausado, lo que me permitió constatar, pese a la distancia y poca luz, que lo que entraba y salía del coño de ella, tenía un tamaño considerable. Instintivamente, y para comparar, me fijé en el otro hombre, intentando observar el tamaño de su polla, lo que no conseguí porque él apenas la sacaba de la boca de la chica, que, conociendo sus habilidades, se la debía estar chupando como una diosa.
Durante unos minutos concentré mi atención en el trío, y sobretodo en ese pollón que destacaba cada vez que salía de la gruta mojada de la chica. Todo ello poco a poco me fue de nuevo calentando hasta el punto de desear estar yo en la misma situación que Serotcel, manoseada y disfrutada por dos hombres al mismo tiempo, algo que apenas un día antes jamás hubiera podido pasar por mi mente y que, sin duda era producto de mi creciente calentura y de los efectos de ese brebaje que ayudaba a vencer mi inhibición natural.
De repente los dos hombres abandonaron su tarea y parecía que iban a intercambiar sus posiciones. Fue en ese momento que el de la polla grande se percató de mi presencia, recostada a escasos pasos de ellos. Por unos momentos dudó qué hacer, mientras un extraño y excitante nerviosismo se apoderaba de mí, al sentir que, tras su máscara negra, su atención parecía querer cambiar de objetivo. Finalmente se acercó a mí. Mi turbación fue tal que se me cayó la copa de bebida que aun no había terminado de apurar, mojando mi piel y los pocos velos que apenas tapaban algunas zonas de mi cuerpo. Se quedó de pie, sujetándose la polla con una mano, esperando mi reacción. Le tenía tan cerca que ahora ya podía admirar la inmensidad de su picha y si con la de Naldori en el tren había quedado prendada, con la de ese jeque blanco sentí auténtica admiración y un instinto irrefrenable de cogerla entre mis manos.
Me arrodillé y, sin dudarlo más, cogí su verga con una mano, sintiendo su grosor, su calidez, su ondulada piel recorrida por gruesas venas. Le comencé a masturbar mientras él se apoderaba de mis pechos y los manoseaba de un modo menos excitante que mis dos anfitriones, pero igualmente placentero. No era capaz de cerrar la totalidad del tronco con mis manos y sentí la necesidad de meterme en la boca ese trozo de carne. Tuve que abrir mis labios todo lo que pude, y aun así me costó engullir el capullo que, curiosamente, no presentaba ningún sabor especial. El hombre me acariciaba el pelo con delicadeza, mientras yo trataba de comerme más ese palo. Cuando vi que no me cabía más, agarré con ambas manos la parte de la verga que quedaba fuera y empecé a pajearle con fuerza, disfrutando con la sensación de estar dando gusto a ese extraño superdotado que, involuntariamente, se veía obligado a intentar follarme por la boca para meterme aún más su pollón.
Estaba teniendo éxito con mi mamada ya que empecé a notar como la gruesa verga comenzaba a desprender líquido preseminal. Sentía su sabor acre, justo en el momento en que noté una lengua sobre mi coño y unas manos acariciando mis muslos. No sabía quien invadía mi intimidad, pero estaba seguro de que no era la chica india, no era tan hábil como ella, y además no me importaba, concentrada como estaba en disfrutar y hacer disfrutar a mi alto amante con mi felación. Pronto sentí una polla invadiendo el interior de mi chocho y me encontré de nuevo follada por otro hombre mientras me comía ese enorme nabo.
Llegó un momento en el que me di cuenta de que la polla del macho que tenía entre mis labios iba a empezar a escupir su semen, pues la corrida parecía inminente, y en un atisbo de lucidez, pensé en Oscar y en que él debía ser el primero que se corriera en mi boca, además de que mi propia calentura, alentada por los manejos en mi coño del otro desconocido, que no podía ver pues me lo impedía el corpachón que tenía frente a mi, exigía una follada salvaje de ese individuo. Solté la polla y me tumbé de nuevo sobre los almohadones con el tiempo justo para ver que quien me follaba era el otro "jeque", el que iba de negro.
Tras un rápido movimiento de ambos, sentí la enorme polla llamar a mi ardiente coño, mientras que la otra se acomodaba entre mis pechos para masturbarse entre ellos. Cuando la gran verga invadió mi canal vaginal, sentí unos momentos de dolor e incomodidad, que no tardaron en desaparecer, seguramente porque mi excitación mantenía muy lubricado mi conejo. Los movimientos de ambos se intensificaron a la par que mi goce, agarré por el trasero al que se pajeaba entre mis pechos y este subió su cuerpo hasta dejar sus huevos sobre mi boca. Los chupé con el frenesí que me proporcionaba el inminente orgasmo al que me llevaba el hombre que me taladraba el coño cada vez con más furia, casi con desesperación, y se afanaba en chupar mis pezones hacia los que se había inclinado mientras mantenía el ritmo de la follada sin cesar. Casi en la cumbre de mi propio placer sentí una ligera sensación y sabor desagradable mientras chupaba y lamía el cuerpo del otro individuo que había apoyado todo su trasero sobre mi rostro, pero eso duró poco, estaba a punto de reventar con las embestidas de mi desconocido follador y sólo pensaba en culminar mi propio placer. Exploté al sentir como el jeque blanco se tensaba dentro de mí y empezaba a correrse. Fue un orgasmo brutal e intenso, en el creo que chillé brutalmente, mientras agitaba mi cuerpo y me aferraba a él, como temiendo que quisiera escapar de mí.
Aún no había terminado de recuperarme del todo, cuando el jeque negro se acomodó de nuevo sobre mí y me intentó meter su polla en la boca. Ya no sentía el pollón dentro de mi coño y con mi excitación en estado decreciente dudé en continuar, pero él se las compuso para introducirla entre mis labios. La noté mucho más pequeña que lo del otro hombre y de hecho el consiguió que entrara en su totalidad, pero, apenas lo hizo, inició un metisaca impresionante que bloqueó mi rostro entre los almohadones y su vientre. Si el jeque blanco me había follado como una bestia por la vagina, el jeque negro me jodía por la boca como un auténtico poseso y pronto me di cuenta de que no iba a poder reservar a mi esposo Oscar el premio de ser el primer hombre que depositara su leche en mi boca. En apenas un minuto de intensos movimientos, él empujó con furia, apretó su pelvis sobre mi rostro y se corrió. No se movía, pero su verga soltó, en varias andanadas, todo la leche que tenía guardada en sus pelotas e inundó mi boca, obligándome a tragármela. Mezclándose con la música ambiental, había podido escuchar perfectamente sus rugidos mientras se corría y hasta me había parecido escuchar un "Toma, zorra" en castellano, que me dejó muy sorprendida.
Cuando el hombre se retiró vi, a cierta distancia, un corro de personas se llevaban a alguien en volandas. Junto a mi apareció la bella Serotcel, como salida del cielo y me susurró al ido "¿Ok?" Vi sus bellos ojos cruzarse con los míos y me percaté de que yo ya ni llevaba la máscara, que probablemente había perdido en el transcurso del bestial orgasmo que había tenido con el alto jeque blanco.
Decidí que no quería más, estaba saciada y comenzaba a estar desorientada ante todo lo vivido en esa loca noche. Le hice una indicación a mi anfitriona de que quería marcharme y ella se prestó a acompañarme hacia la salida. Me hizo señas de si quería bañarme, pero sólo quería irme de allí, regresar al hotel cuanto antes, y pensar, pensar en lo que había experimentado y las consecuencias futuras, sobretodo, por el hecho de que Adazart no se había corrido dentro de mi coño, pero el fornido amante sí lo había hecho, y debía ver cómo solucionar cuanto antes, allí mismo, en Nueva Delhi, y sin que se enterara Oscar, la eventualidad de un indeseado embarazo.

Mientras repasaba todo lo sucedido esa noche, el médico de guardia del hospital entró en la salita en la que me encontraba y, con una franca sonrisa, me comentó que todo iba bien y que en unos minutos podría ver a mi marido. Mi alegría, ante la noticia, se disipó cuando tras él distinguí, con sorpresa, una figura conocida. Era Dayron, compañero de trabajo de Oscar, un tipo más bien bajo y regordete que me repelía por su actitud soez y lasciva para conmigo, algo que me había demostrado varias veces con palabras y hechos, empezando en una fiesta de la empresa en la que me había invitado a bailar y había intentado meterme mano mientras me decía al oído lo buena que estaba y lo que le encantaría follarme. Eso se había repetido en varias ocasiones más y nunca le había dicho nada a Oscar para no entorpecer su ambiente laboral con el compañero.
Cuando el médico nos dejó, Dayron me dijo:
- No te preocupes, Vero, Oscar está bien. Sólo ha sido un susto.
- Gracias - contesté - pero ¿qué es lo que ha pasado? ….. ¿Y qué haces tú aquí?
Dayron pareció pensarse la respuesta y luego cambió por completo de tercio.
- Pareces muy cansada, Vero, ¿Has dormido mal esta noche?
Me dieron ganas de darle un sopapo, pero me contuve.
- He dormido perfectamente, hasta que me despertaron para decirme que Oscar estaba en el hospital ¿Puedes decirme qué ha pasado? Anoche me dijo que tenía que ir a Bombay y que viajaría toda la noche en tren, y ahora resulta que está aquí, en Nueva Delhi, y en un hospital. ¿Estabas tú con él?
- Creo que es obvio que yo estaba con él ¿no crees? Pero, sigo creyendo que tú no has pegado ojo en toda la noche.
Su reiteración en ese comentario ya me extrañó. En lugar de decirme que había pasado y por qué Oscar estaba en el hospital, se empeñaba en preocuparse por si había dormido o no. Mi rabia iba en aumento.
- Dayron, no creo que a ti te importe, eso ¿vale? Más bien dime qué es lo que ha pasado y por qué Oscar está aquí, en este hospital.
Dayron volvió a tomarse su tiempo antes de contestar, mientras se encendía un pitillo.
- Mira Vero – me dijo con aire solemne y mirándome fijamente a los ojos – no me gusta decirte esto, pero Oscar me ha hablado de algunos problemillas que tiene en su vida sexual contigo. Sé que te quiere un montón, no te quepa duda, pero los hombre a veces necesitamos … bueno, ya sabes, un poquito más de caña.
- ¿Y? – pregunté sorprendida
- Bueno, he intentado varias veces ayudarle, si no a resolver ese problema, que es cosa vuestra, sí a desahogarse, pero siempre sin éxito.
- ¡Ya! Seguro que has querido llevarle más de una vez a uno de los prostíbulos en los que tú debes aliviarte con frecuencia - contesté con cierta inquietud, ante la constatación del grado de frustración sexual de mi esposo, pero orgullosa de su negativa a dejarse llevar en los sucios manejos de ese repulsivo compañero de trabajo.
- ¿Crees que no tengo buen gusto a la hora de elegir con quien desahogarme? ¿Crees que voy por los prostíbulos más cutres del mundo y con las putas más sucias del planeta? – Dayron me contestó con clara indignación y luego me sonrió de un modo que no me gustó en absoluto – Te diré que yo ya había estado aquí, en Nueva Delhi, en otras ocasiones, y sé a donde debo acudir para buscar una mujer con quien acostarme. Es más, te diré también que, después de mucha lucha, conseguí convencer a Oscar para acompañarme al lugar más refinado de la ciudad para que él también se "desahogara", aunque para ello tuvo que inventarse lo del viaje a Bombay. Es un lugar muy sensual, en el que unas bellas indias e indios saben cómo tratar tanto a hombres como a mujeres, y un lugar al que también acuden parejas liberadas en busca de sexo libre y sin limitaciones. ¿Quieres que siga?
Un extraño presentimiento comenzó a turbarme, mientras Dayron continuaba su explicación, sonriendo cada vez más maliciosamente. Con un ademán le indiqué que siguiera.
- Empezamos picoteando un poco por aquí y por allá, nada serio, Oscar seguía reacio a sumergirse en la infidelidad. La bebida y el ambiente del lugar, con gente follando a nuestro alrededor, rompieron finalmente la férrea voluntad de tu esposo y acabamos haciéndole el amor a una preciosa mujer india. Por cierto, supongo que ya debes saberlo, pero Oscar tiene un rabo de proporciones increíbles, ojalá el mío fuera igual.
Dayron calló mientras seguía dando caladas a su cigarrillo. Yo le daba vueltas a lo que me había contado y las dudas se arremolinaban en mi cabeza. Recordé mi paso por el Eros Garden y los dos hombres que yacían con la india, a mi lado, uno alto y fornido con una polla enorme y el otro bajo y regordete. Cuanto más lo pensaba, más me convencía de que ellos dos habían estado en el Eros Garden y que habían sido ellos los que habían acabado follándome de un modo tan salvaje. Y me acordé de la incómoda sensación que tuve cuando me penetró el hombre más alto, similar a la que sentía con Oscar. Un intenso calor me recorrió de arriba abajo y se concentró en mis mejillas, haciendo que involuntariamente tratara de taparme la cara para disimular mi sonrojo.
- Sé lo que estás pensando, Vero – Dayron intervino de nuevo – piensas en dos hombres disfrazados de árabes y portadores de máscaras negras ¿verdad? Te acuerdas del pollón de uno de ellos, de cómo te lo metía por la boca mientras el otro te comía el coño y luego te follaba a placer ¿no? Y de cómo los dos árabes cambiaban sus lugares, uno te taladraba el coño con su enorme polla mientras el otro apoyaba su trasero sobre tu rostro enmascarado.
Unas fuertes nauseas comenzaron a acompañar a mi rubor, conforme Dayron resumía en pocas palabras mi estancia y la de ellos dos en el Eros Garden.
- También recordarás el brutal orgasmo que tuviste, pero probablemente no recuerdes cómo, mientras te corrías de un modo tan salvaje, yo te quitaba la mascara y así mostrabas tu bello rostro a tus dos amantes, a tu propio esposo y a su colega Dayron. Eso fue un shock para Oscar y por eso está aquí, en este hospital. Para mí, en cambio, fue una bendición saber que te acababa de follar, que me había pajeado entre tus tetas, que habías pasado tu húmeda lengua, en la cúspide de tu placer, por mi ojete, lamiéndolo y besándolo con auténtica devoción. Y te tenía allí, a mi merced. Posiblemente no fui un buen amigo para Oscar, pero en ese momento lo único que quería era correrme, y qué mejor lugar que esa linda boquita sonrosada que tienes. No lo dudé ni un instante y te follé por la boca sin piedad. Puedo jurarte que llenarte la boca con mi lefa ha sido lo más maravilloso que me ha pasado jamás, fue un orgasmazo.
Durante un buen rato me quedé en blanco, sin saber qué decir, aturdida por todo lo que había sucedido en unas pocas horas. Dayron rompió de nuevo el silencio.
- Lo que aún no entiendo es qué hacías tú allí, Vero, pero bueno, eso es algo que tendrás que explicarle a Oscar, no a mí.
- ¡Cerdo! – fue lo único que se me ocurrió decirle en ese momento, justo cuando el médico apareció ante nosotros y me indicó que le siguiera.
Recorriendo junto al doctor el pasillo que me llevaría a la estancia en la que descansaba Oscar, los sentimientos bailaban en mi mente como en un carrusel.
Sentía odio hacia Dayron por haberme disfrutado sexualmente y a la vez asco recordando haber lamido su apestoso ano y haberme tragado su semen cuando se corrió en mi boca. Sentía rabia por la traición de Oscar y a la vez comprensión, ante su frustración sexual, y preocupación por su salud. Sentía remordimientos por la traición mía. Sentía miedo por nuestro futuro como pareja. Sentía una extraña alegría por el hijo que podía llevar dentro de mí, y cuyo padre sería Oscar.
Pero, sobretodo, yo seguía sintiendo un gran amor hacia mi marido y muchas ganas de disfrutar con él y recuperar todo el tiempo que habíamos perdido desde que estábamos juntos.
Al entrar en la habitación en la que yacía Oscar y acercarme a él, tuvimos ese cruce de miradas que unas máscaras habían impedido apenas unas horas antes y que al menos habría permitido evitar algunas cosas. Oscar esbozó una tímida sonrisa y en sus ojos pude apreciar que él me seguía amando tanto como yo a él. Tendríamos que resolver algunos problemas, eso estaba claro, pero yo ya estaba convencida de que nuestras vidas, en el plano sexual, iban a cambiar para bien, después de habernos sido mutuamente infieles.

lunes, diciembre 25, 2006

Yo de 17 añitos fui seducida por el mejor amigo de mi padre

Hola ¿como están? Para los que no me conocen me presento; soy Melissa, tengo 17 años y soy blanca, ojos cafés, delgada, cabello lacio castaño poco mas debajo de los hombros. Tengo senos medianos pero para mi edad y mi estatura que es de 1.70 creo que son de buen tamaño, mi trasero es redondo y paradito y mi principal atractivo, según amigos y mi novio son mis piernas: las tengo bien formadas y un poco rellenitas pero bien torneadas.
Ya les conté una experiencia que tuve con mi novio y su fantasía, espero les haya gustado. Bien ahora les contare esta experiencia que tuve unas semanas de después. Resulta que mi padre tiene un amigo de hace años, creo que se conocen desde la preparatoria y de ahí ambos estudiaron la misma carrera (Ing. Industrial). Pues bien a raíz de esa amistad era muy común que se vieran seguido mis padres con su amigo y la esposa de él. Continuamente ellos venían a nuestra casa y platicaban horas en la sala escuchando música. Ese matrimonio tiene 2 hijas: Daniela de 21 años y Cinthia de 19 años. En fin con el traro de mis padres fui haciendo amistad con ellas sobretodo con Cinthia que era la menor y pues casi de la misma edad, tenemos casi las mismas ideas y gustos. Pues bueno a mi siempre me ha gustado vestirme sexy, ya sean jeans muy ajustados que resalta mi figura, camisetas ceñidas, blusitas escotadas pero sobretodo minifaldas; no solo vestía así para mi novio sino para mi, ya que me encanta verme bien y sexy para que todos los hombres volteen a verme, como cualquier chica que le gusta coquetear.
En las últimas 2 visitas que esta familia hacia a mis padres aquí en nuestra casa pude empezar a notar algo en el amigo de mi padre: comenzaba a verme de otra forma no como amigo de mi padre sino como hombre. Por cierto se llama Enrique y tiene 42 años – lo se porque un día mi padre se lo comento a mi madre y yo escuche- . A veces de reojo veía como con su vista me recorría mis piernas, en otras ocasiones mi trasero y a veces también mis senos. El que me mirara así me gustaba porque para ser sinceros era muy atractivo para su edad y a pesar de que yo tenia novio, seguido soñaba como seria estar en los brazos de Enrique y que tan buen amante seria. Yo al notar como empezaba a mirarme empecé a coquetearle inocentemente; si el me gustaba y al parecer yo también pues ¿Por qué no coquetearle?, quería ver cual era su reacción ante este comportamiento mío. Me sentaba frente a él y cruzaba mis pierna para que mi minifalda se subiera mas y mostrara un poco mas, o sino al pasar por donde el se encontraba movía mis caderas y mi trasero para que no pudiera apartar la vista de mi. Al notar eso, Enrique me miraba mas fijo y ya de vez encunado me sonreía y yo le correspondía igual.
Así seguí coqueteándole cada vez que iba a nuestra casa, hasta que un día entre al despacho de mi padre y ahí estaba él con Enrique. Cuando entre, igual que otras veces traía una minifalda y Enrique de nuevo me veía de pies a cabeza; yo me sentía contenta de que lo hiciera. Había entrado para preguntarle a mi padre sobre un encargo que me había pedido, pero al verlo platicando con Enrique me disculpe por interrumpir y di media vuelta; solo que la voz de Enrique me paralizo cuando se dirigió hacia mi.
-Melissa me ha dicho tu padre que te gustaría estudiar derecho ¿es así?- Me pregunto Enrique-
-Así es señor me gustaría estudiar derecho pues creo que es una carrera en la que se puede ayudar a la demás gente- Le conteste con una coqueta sonrisa.
-Que bien Melissa, te lo pregunte porque en mi casa tengo varios libros de Derecho en mi despacho y realmente nunca los leo. ¿Qué te parece si mañana vas por ellos, ves cuales te interesan y te los traes? Te pueden servir más a ti que a mí.
Su propuesta me gusto, seria la primera vez que entraría a su despacho, ya que su casa ya la había visto un par de veces excepto su guarida. Pero al momento solo mire a mi padre pues no sabia lo que a el le parecería esa idea.
-Andale hija acepta y ve- me dijo mi padre tranquilo- Enrique te quiere ayudar y si tanto quieres estudiar esa carrera creo que sus libros te podrían hacer de mucha ayuda.
-Esta bien padre, y gracias señor Enrique le prometo que se los devolveré en cuanto pueda.- dije sin poder ocultar una sonrisa.
-Anda anda Melissa ya luego veremos eso como te digo a mi no me sirve y francamente no me sirve a mi tenerlos ahí.
Pues bien luego de unos minutos Enrique se fue no sin antes decirme que mañana me esperaba en su casa a lo cual le dije que si sonriéndole gratamente. Mi padre me comentaba que Enrique era su mejor amigo y que si me decía que no había problema en no regresarle sus libros así era ya que a él le gustaba ayudar a quienes apreciaba Ese comentario me agrado porque significaba entonces que al menos sentía aprecio y tal vez algo de cariño hacia mi. Reaccione y le pregunte porque no había venido su esposa a lo cual mi padre me contesto que había ido al centro comercial de compras con sus hijas y que quiso venir un rato para no estar solo en casa.
Pues bien al día siguiente le hable a Antonio, mi novio, para decirle que iba a casa de unas amigas para hacer un trabajo de la preparatoria y que lo vería mas noche o sino mañana temprano, a lo que el me dijo que no había problema y me deseo suerte con mi trabajo y que me mandaba besos. Me metí a bañar y ya después busque que ponerme. Era época de calor así que lo que encontré cómodo para el clima fue un minivestido rosa estampado con flores violetas y blancas sin nada abajo por lo que la forma de mis senos era muy notoria. Tenía un escote discreto y la minifalda era un poco ajustada y me llegaba a 3 dedos arriba de medio muslo y debajo una tanga de hilo dental para el calor. Aproveche vestirme así ya que en ese momento mis padres no se encontraban y mi hermano mayor había salido con su novia y mi otro hermano se encontraba platicando por teléfono con sus amigos, así que nadie me podía poner un pero por vestirme así para ver a Enrique. Le grite a Javier (mi hermano) que mas tarde regresaba que iba a casa de unas amigas; el solo me contesto diciendo que estaba bien.
Agarre mi auto (que me había regalado mi padre hace un año en mi cumpleaños) y me dirigí hacia la casa de Enrique. En el camino iba pensando varias cosas: como le hablaría, como me comportaría, etc, ya que seria la primera vez que platicaría con el sin que mi padre estuviera presente y temía que se aburriera con mis platicas o que le pareciera infantil aun. Llegue y toque el timbre y nadie abría, volví a tocar un par de veces y nadie contestaba por lo que supuse que no había nadie y pues me quede confundida puesto que Enrique sabia que vendría y era la hora que habíamos acordado. Cuando ya me pensaba retirar escuche unos pasos dentro de la casa que se acercaba apresuradamente hacia la puerta. Al abrir lo vi más guapo que nunca: era Enrique que traía unos pants y una camiseta. Se disculpo por tardar en contestar mientras me daba un beso en la mejilla, yo me sentía en las nubes con ese beso. Me dijo que estaba en el patio de atrás haciendo bicicleta y que no se había dado cuenta de que era hora de que llegara, a lo que yo solo pude sonreír y viendo sus fuertes brazos solo pude decir – no hay problema señor Enrique-. El se rió y me pidió que lo tuteara o lo llamara por su nombre porque si le hablaba de usted lo hacia sentir viejo. Riéndome le dije que para nada era viejo, que era joven, atractivo y que con gusto le hablaría de tu. Agradeció mi comentario.
-¿Y tu esposa y tus hijas?- le pregunte puesto que no se escuchaba ningún ruido.
-No están, fueron a casa de mi suegra para prepara la comida de mañana del aniversario de bodas de mi cuñada. Por eso no fueron ayer a tu casa, andaban de compras. Y nuestra sirvienta no vino ya que es su día de descanso.
Era cierto, mi padre me había comentado que fueron de compras pero nunca supe el por que. Solo pude sonreír y mi corazón latía más fuerte al saber que estaríamos solamente Enrique y yo. Me ofreció algo de tomar, le pedí que si me traía un vaso de refresco ya que hacia algo de calor (ya no sabia si por el clima o por la situación). El me dijo que ya me lo traía que si quería podía ir adelantándome hacia la biblioteca. Me dirigí hacia allá y realmente había muchos libros en su despacho, donde había una escalera alta recargada en librero, que era bastante grande y alto, para alcanzar los libros de más arriba. Su despecho era muy bonito y grande, con sala de piel blanca, un ventanal detrás de su escritorio que iluminaba todo el cuarto y una alfombra color beige que le daba mucha elegancia al lugar. Estaba viendo su despacho cuando en eso entro con mi bebida. Se lo agradecí y le di un trago que me supo a gloria ya que estaba bien frió por el los hielos que contenía. Me senté en la sala y él en la silla de su escritorio, preguntándome como me ha ido en clases, le dije que bien que ya estaba pasando el periodo de exámenes y que ya empezaban de nuevo los días calmados. También platicamos de sus hijas; me comento que le daba gusto ver como se llevaban bien conmigo, le dije que a mi también me daba gusto y que me caían muy bien. En eso sonó el teléfono y salio a atenderlo en la sala pero antes de salir me dijo que si quería ir buscando los libros mientras, que el creyó haberlos visto arriba del librero pero que no estaba seguro, que apenas iba a buscarlos cuando yo llegue. Salio y me tome todo el refresco y la puse en un mueble que estaba al lado de la sala, haciendo ruido el vaso por el hielo que tenia aun. Empecé a buscar los libros en la parte baja del libreo pero fue inútil; entonces me subí por la escalera que estaba recargada en el libreo y comencé a buscar. Empecé a encontrar algunos libros que tenían nombres relacionados con la carrera de Derecho, cuando se abrió la puerta y entro Enrique. Termine de leer el titulo de un libro y cuando volteé hacia él su mirada recorrían mis piernas con los ojos muy abiertos. Sonreí levemente y fingí no verlo. Le pregunte quien había llamado, me dijo que su esposa, que por la noche regresaba y que había llamado para recordarle que le había dejado comida en el horno. Pude escuchar como puso el seguro de la puerta cuidadosamente y eso me pareció extraño pero a la vez excitante, por el hecho de estar a solas con él ahí. Fingiendo no darme cuenta de nada seguí buscando los libros y empecé a tararear una canción moviendo levemente mis caderas y mis piernas con la intención de coquetear a Enrique quien había ido a su escritorio. Al no escuchar nada voltee a verlo y se encontraba sentado en la orilla del escritorio con los brazos cruzados viendo como movía mi cuerpo, en especial de mi trasero para abajo. Me vio y so solo le sonreí, a lo que él me contesto con una sonrisa. Escuche como lentamente se dirigía hacia, yo fingía no escuchar sus pasos.
-¿Te gusta bailar verdad Melissa?
-Por que lo preguntas Enrique?- pregunte sin voltear hacia él.
- Pues se nota, se ve que tienes sabor y te mueves muy bie. Has de ser la sensación cuando vas a antros a bailar.
-No Enrique aun no voy a antros, aun no soy mayor de edad. Pero si voy a varias fiestas y pues si me gusta bailar.
-Pues tu novio no se ha de cansar de ti. Viendote bailar asi estoy seguro que eres una bola de fuego en la intimidad.
Ante ese comentario no pude evitar reirme, era agradable y sentia confianza como para poder platicarle ciertas cosas que no haria con mis padres. Pero aun asi no queria hablar de algo o nadie más.
-Melissa ¿sabes que tienes un cuerpo muy hermoso para tu edad?- me pregunto
-¿Ah si? – le conteste sorprendida ante su pregunta sin voltear a verlo.
-Así es Melissa, ve a mis hijas, no tienen el cuerpo que tu tienes, en especial tu trasero tan firma y redondo y tus piernas que llaman la atención de cualquiera.
-Ay Enrique gracias por tus palabras me halagas- le dije volteando a verlo con una sonrisa.
Mi sorpresa fue grande cuando vi como sus manos las dirigía s mis pantorrillas y comenzaba a acariciarles.
-He visto como me miras cuando voy a tu casa Melissa, como me coqueteas, creo que te gusta que te mire ¿no es así?
-No se de que hablas Enrique- fingí no saber.
-Vamos Melissa, veo que te gusto, he visto que me coquetas en tu casa, como me miras, como has venido ahora vestida a verme. Y le verdad me encanta verte así.
Sus manos me tocaban suavemente, fueron subiendo por mis piernas llegando a los costados de los muslos los cuales acariciaba con suavidad. Yo solo cerré los ojos y apreté el libro que tenia en mis manos.
-Que piel Melissa que suavidad, son las piernas me hermosas que he visto y sentido en toda mi vida- apenas decía en voz baja.
Sus palabras comenzaban a ponerme caliente al igual que sus caricias, pues parecía saber muy bien como y donde acariciarme y solo suspiros salían de mí. Una vez que me las acaricio con sus manos cogio la minifalda y me la subió de un jalón dejando ver mis nalgas que estaban justo frente a su rostro y el hilo dental metido entre ellas perdiéndose ahí.
-Mira que niña tan traviesa y coqueta que eres Meli- me dijo al verme el trasero- solo una niña traviesa y apasionada de tu edad se pondría una tanga así.
Yo no podía decir nada solo me encontraba excitada y con ganas de que siguiera, que no se detuviera nada mas en contemplar mi cuerpo. Unos segundos después de nuevo siento sus manos en mi tobillos, agarrandose de ellos y mi cuerpo se estremeció al sentir su lengua detrás de mi pantorrilla derecha y como empezaba a subir lentamente por mi pierna llegando a mi muslo, al cual dio varias lamidas. No pude evitar contener un gemido.
-Ah ¿te gusta verdad bebe?- me preguntó.
Y solo asentí haciendo un ruido dentro de mi boca. Ahora Enrique volvía a repetir lo mismo en mi otra pierna, lamiéndomela desde la pantorrilla hasta el muslo mientras el había atorado mi minifalda en la parte trasera del elástico de mi tanga. Luego sus manos subieron de nuevo llegando a mis muslos. Creí desvanecerme cuando sentí ahora su lengua en mis nalgas, me las lamía, besaba y mordía mientras con sus manos me acariciaba las caderas y los muslos. Solté el libro que hizo un ruido seco al chocar con el suelo y con las manos me tome de los costados de la escalera y apoye mi cabeza en un escalón sintiendo como esa lengua me recorría ambas nalgas. Sus mordidas ahí me provocaba sobresaltos pero me gustaba como lo hacia, era la primera vez que me hacían eso ahí.- Que ricas!! Que hermosas!!- decía Enrique entre cada lamida y mordida que me daba en mis nalgas. Con sus manos ahora me tomo las nalgas y abriéndomelas logro ver mi hilo el cual lamió un par de veces lentamente de abajo hacia arriba. Un gemido agudo salio de mi boca haciéndome sobresaltar.
Luego con una mano logro jalar el hilo de entre mis nalgas y de un jalón lo hizo hacia un lado escuchándose levemente como se había roto el elástico. Una vez hecho esto me toma la tanga y me la baja dejándomela a la altura de las rodillas. Ahora sus manos se apoderaban de mi trasero y me lo estrujaba y manoseaba con deseo, con fuerza. Me producía un dolor pero a la vez un gran placer, Solo gemía y suspiraba con esas caricias. Hasta que luego de unos segundos, tomándome las nalgas me las abrió fuertemente, sentí un ardor pero muy placentero.
-Mira nada más que rico ano tienes –dijo en voz alto- que antojable.
-¿Si?- apenas le pude decir entrecortadamente.
Sin decir mas llevo la punta de su lengua entre mis nalgas, apenas rozándome el ano. Daba pequeños saltitos al sentir su lengua ahí y gemidos cortitos hasta que ya Enrique metió, por decirlo de alguna forma, su rostro entre mis nalgas y ahora si su lengua recorría de lleno mi ano: por los lados, la entrada y parte interna. Sentía que mis piernas se doblaban por lo que me aferre fuertemente de las escaleras con las manos, mi cabeza hacia atrás dejándome hacer por Enrique. Un calor fuerte invadía mi ano y un placer recorría cada parte de mi cuerpo. Mis gemidos se hacían cada vez más fuertes, más intensos, mientras hacia mi trasero hacia atrás para que se clavara más aun en la lengua de Enrique, sintiendo su lengua subir y bajar por toda la línea que separaba mis nalgas, varias veces, para llegar a mi ano y centrarse ahí, apretándose en él.
-Ahhh ahhhhhh sii siiii ahhhh sii- salían esas palabras de mi boca.
Enrique ahora no solo estrujaba mis nalgas, de vez en cuando soltaba una y me daba una fuerte nalgada que me encendía aun más por el dolor. Ya mis piernas se doblaban un poco cuando sentía ya la lengua de Enrique dentro de mi ano, derritiéndome de placer y mi cuerpo cada vez sacudiéndose más.
Luego de unos 5 minutos haciéndome eso, Enrique me tomo de la cintura y sacando su lengua de mi ano me jalo hacia abajo. Como pude logra bajarme y en cuanto puse mis pies en el suelo Enrique me abrazo por la cintura, subiendo sus manos a mis pechos por el vestido, masajeándolos y apretándolos. Su boca a un lado de mi cuello, me lo lamía y mordía varias veces para luego, llevar su lengua a mi oído derecho y meterla ahí dándome gran placer, sin dejar de manosearme los pechos. Con los brazos flojos apenas logre tomarme de sus piernas detrás de mi dejándome hacer, dejando que el hiciera con mi cuerpo lo que quisiera.
-Vaya si eres traviesa bebe, no traes sostén- me decía al oído-
- no.. no traigo- le decía entre gemidos.
-Creo que tus pezones están mas que excitados mira que parados los tienes- decía mientras me los flotaba con sus dedos por encima del vestido.
Tomándome de la cintura me volteo y me dio un beso apasionado. Mi sueño se había hecho realidad, estaba besando al amigo de mi padre, al hombre que varias veces despertaba en mis fantasías, mis deseos. Nuestras lenguas locas de conocerse se acariciaban, se fundían. Yo abrazada de su cuello y él con sus manos acariciándome la espalda, desanudándome el vestido. Una vez que se separo bajo los tirantitos de mi vestido y este cayo hasta el suelo con todo y mi tanga quedando completamente desnuda frente a él, solo me quede con mis zapatillas y mi collar.
-Melissa que bella, tu cuerpo es como el de una diosa griega. Decía mientras me miraba de pies a cabeza.
Tomándome de la mano me la levanto e hizo que me diera una vuelta mostrándole todo mi cuerpo. Él solo suspiro y decía- oh dios mío-
Me tomo de la mano y me sentó en la sala de su despacho dejando mis caderas a la orilla de la sala con mis piernas abiertas. Hincado frente a mí entre mis piernas se dejo caer sobre mí y de nuevo nos besamos con locura, con pasión; nuestras bocas hacen ruido de nuestros besos. Luego baja por mi cuello lamiéndolo, por mi pecho, llegando a mis pechos, los cuales toma, aprieta y juntando uno con el otro lleva su boca a ellos y los empieza a lamer, chupar, morder. Mis duros y erectos pezones no podían salvarse de la lengua ni de los dientes de Enrique, quien se entretenía haciéndoles todo lo que podía con su boca. Tomándolo con mis manos de sus hombros arqueaba mi cuerpo, gimiendo y respirando fuerte, sintiendo mis pezones ser mordidos, lamidos y jalados por los dientes de él. Ya una vez que me los dejo duros toma el vaso que había dejado aun lado hace rato de mi refresco y saca un hielo, el cual chupa. Luego me besa de nuevo para después poner el hielito en mi barbilla y dejarlo caer por mi cuello. Yo solo me estremezco al sentir esa frialdad en mí. Tomando el hielito lo baja por mi cuerpo lentamente hasta encontrarse con mis pechos. Ahí pasa lentamente el hielo mi pezón derecho y los acaricia. No aguanto y lanzo un gemido fuerte arqueando por completo la espalda apretando la orilla de la sala con mis manos. Mi pezón se ponía mas duro, mas erecto y muy sensible, podía sentir como se congelaba y eso me producía tremendo placer. Luego pasa el hielito a mi otro pezón y este reacciona igual: se endurece y se estremece al igual que mi cuerpo. Otros gemidos salen de mi boca sintiéndome tan mojada y excitada. Cuando el hielo de deshizo en mi pezón el acerca su cara a la mía y en voz baja me dice – me imagino que los has de sentir muy fríos, déjame te los caliento de nuevo- Tras decir esto de nuevo tomas mis pechos con sus manos, los vuelve a juntar y es los mete a sus boca. Ahí su lengua les dio calor a mis pezones y también volvió a darme mas placer, gimiendo y retorciéndome debajo de él.
Luego su lengua baja por mi cuerpo lentamente llegando a mi ombligo, ahí se entretiene un rato, sintiendo una combinación de rosquillitas y placer suspiro ante sus caricias. Después sigue bajando y con mis piernas abiertas ve mi depilada vagina frente a él, quien solo dice – que jugosa se ve , me voy a dar un banquete-
-Adelante, puedes beber y comer de ahí cuando quieras- le dije sintiéndome ya toda una golfita.
Enrique no lo pensó 2 veces y llevo su boca a mi sexo y sacando la lengua comenzó a darle lamidas. Mi cuerpo volvía a estremecerse y mis gemidos volvían a salir. El pasando sus manos por debajo de mis muslos logro agarrar las mías y ambos no agarramos fuerte. Su boca también actuaba, combinaba sus lamidas con leves succiones y chupetes en mi clítoris, en mi vulva y también con su lengua lamía mis labios vaginales, abriéndolos y llegando a tocar mi parte interna con la punta, lo que me daba mas placer. Movía mis caderas de arriba hacia abajo restregando mi sexo en su rostro. Luego de unos segundos soltó mis manos y se abrazo a mis muslos y yo lleve las mías a mis pechos, acariciándomelos suavemente.
-Ahh si así ayyy que rico ahhh sii ahhhhh- le decía a Enrique.
Su lengua ahora lamía más rápido y fuerte mis clítoris, mis labios vaginales, mientras un par de dedos suyos ahora me penetraban mi cueva vaginal tocándome cada rincón, lo que me encendía mas. Mi cuerpo se movía cada vez mas, mis gemidos si iban intensificando y mis manos ya apretaban con fuerza mis pechos y pezones. Una descarga llego a mi cuerpo, luego de varios minutos así tuve un segundo orgasmo. De mi vagina salieron jugos, los cuales el tomaba y tragaba mientras me decía lo rico y dulce que le sabían. Con mi cuerpo tendido y fatigado frente a él, yo solo veía como el saboreaba mis líquidos y me miraba con lujuria.
De nuevo se sube sobre mí y me besa, dándome a probar de su boca el sabor de mis jugos, disfrutando ambos de ese sabor en nuestras lenguas. El logra subirse mas, se quita la camiseta y ahora nos volteamos quedando ahora yo encime de él, así que lo beso tiernamente para después bajar mi lengua por su cuerpo. Llego a sus tetillas y se las beso, lamo y muerdo muy suave, el solo me sonríe y me dice que le gusta. Después sigo bajando sintiendo mis senos rozar con un miembro que esta tan grande debajo de su pantalón. Le tomo de ahí, y jalándoselo, se lo quieto también con todo y sus boxers. Con su ayuda logro quitárselos por completo quedando ahora el completamente desnudo. Yo quedo asombrada de ver ese cuerpo tan atractivo que tiene pese a su edad, se conservaba aun muy bien.
Su pene tan grande y erecto que había de medir mas o menos unos 16 cm estaba justo frente a mi cara, y sin pensarlo más lo tome e hincándome me agacho y me lo meto a mi boca. Rápidamente comienzo a succionárselo, me lo sacaba y metía de mi boca rápido y fuertemente mientras con una mano lo masturbaba y con mi otra mano me acariciaba mis pechos. El gemía y me decía como le gustaba, que se notaba que tenía experiencia en eso (sino pregúntenle a mi novio). Con sus manos me tomaba de mi cabello y me lo levantaba a la vez que presionaba mi cabeza contra su pene como para evitar que no dejara de chúpaselo. A veces me lo metía tanto que lo sentía en mi garganta, entonces me lo sacaba y lo veía completamente bañado de mi saliva mientras que me escurría también de mi boca. De nuevo me lo metía y ahora le daba también leves lamiditas en la punta de su pene. Ahí él se estremecía y me pedía que continuara, que no parara. De nuevo comienzo a metérmelo; esta vez la mano que tenia en mis pechos la llevo a sus testículos y se los agarro, apretándoselos suavemente. El comienza a gemir más y tomándome más fuerte de la cabeza comienza a mover su pene en mi boca mientras también yo hacia movimientos con mi cabeza. Ya su pene tocaba mi garganta y mi lengua en ocasiones lograba tocar la base de ese pene que estaba consintiendolo con mi boca. Cuando veo que ya esta bien duro su pene me lo saco y acerco mis senos a el, poniéndolo entre ellos. Comienzo a masturbárselo con mis pechos apretándolos con mis manos mientras que la punta de mi lengua lograba acariciar la cabeza se su miembro. El se agarraba la cabeza y gemía más. Era una sensación tan rica sentir su pene entre mis senos y como se estremecía con mis senos mientras se lo masturbaba con ellos cada vez más rápido.
Cuando estaba a punto de venirse me separo para reponerse, mientras me pidió que me acariciara los senos. Así lo hice, hincada frente a él me acariciaba mis pechos suavemente mientras lo miraba con pasión, mi boca entreabierta mientras me relamía mis labios, limpiándome de mi saliva y del poco semen que le había salido. A él le encantaba ver como me estrugia yo misma mis pechos con mis manos.
Luego con su mano me tomo de la mía y me jalo hacia él, para subirme y montarme en él poniendo mis muslos a los costados de su cuerpo. Lentamente acomode mi sexo sobre su erecto pene y poco a poco me lo fui metiendo hasta que mi vagina lo absorbió por completo. Ahora empiezo a moverme lentamente, cada vez acelerando más los movimientos de mis caderas, a veces hacia delante y atrás, y otras veces las movía en círculos. A él le gustaba como me lo montaba, gemía y sus manos recorrían mis muslos, para después llevarlas a los costados de mi cuerpo, llegando a mis pechos, los cuales acaricia y en ocasiones llevaba su boca ahí para lamerlos y jalarlos con los dientes, lo cual me gustaba y recargaba mis pechos sobre su rostro. Comencé a montarlo cada vez más fuerte y rápido, podía sentir como su pene entraba hasta lo profundo de mi, abriéndose camino con fuerza. Mis gemidos eran más fuertes y entrecortados al igual que mi respiración, dejando caer varias veces mi cabeza hacia atrás pera disfrutar de ese momento que tantas veces había soñado mientras el seguía masajeando mis pechos y les daba algunas lamidas a mis durísimos pezones. Mi cuerpo era un volcán que estaba a punto de hacer erupción, mis caderas se movían rápido, hacia los lados, hacia arriba y abajo sintiendo su pene llegando hasta lo más profundo de mi sexo.
Luego de unos minutos mas de estar montándolo, él se levanto y parándose me cargo, me abracé a él con mis brazos y mis piernas sintiendo su pene aun dentro de mi. Llevándome sobre su escritorio me puso boca arriba y agarrando mis piernas las junto poniendo mis pies sobre sus hombros. Ahora era el quien me penetraba y era mucho mas placentera ya que con mis piernas pegadas, mi vagina estaba mas estrecha. Aun así sus penetraciones eran muy fuertes y rápidas. Sentía que me moría de placer, seguía gimiendo intensamente, mis manos se aferraron a la orilla del escritorio por los costados de mis caderas y mi cuerpo se arqueaba sintiendo ese pene como se metía hasta donde podía, hasta lo más profundo de mí. A la vez, Enrique con sus manos me acariciaba los muslos mientras gemía cada vez más fuerte. Mis nalgas chocaban fuertemente contra sus muslos y mis senos se movían hacia todos lados y la sensación de sentirlos así realmente me gustaba.
No se como pero tras unos minutos mas, el saco su pene, y de un par de intentos logro meter la mitad en mi ano lo que me provoco un grito fuerte, entre dolor y placer. Enrique quiso sacarlo ante mi grito pero yo no se lo permití.
-No por favor no lo saques- le suplique- penétramelo. Quiero sentirte ahí.
-Gracias bebe – me dijo agitado.
Fue metiendo lentamente su pene hasta que logro metérmelo todo. Sentía mi ano completamente abierto y un ardor y dolor que me producía placer. Ya una vez con todo su pene dentro de mi ano comenzó a penetrarme, primero despacio pero al ver que mis gemidos eran intensos y placenteros supongo que eso lo excito porque fue penetrándome mas fuerte y rápido. Puse mis manos en mis nalgas y las abría para facilitar la penetración mientras el se abrazaba de mis piernas fuertemente. Mi cuerpo seguía arqueándose y se convulsionaba con cada penetración. Yo misma me ahogaba con mis gemidos que ya no podía controlar y ya no me importaba si se alcanzaban a escuchar en las casas vecinas. Comenzó a penetrarme ahora si con fuerza y rápido, sentía que me moría hasta que sentí una fuerte penetración, mis nalgas habían sentido los testículos de él, todo su pene se quedo dentro de mi ano. Justo ahí el se dejo caer encima mío y yo deje caer mis piernas. Ambos habíamos tenido un fuerte y maravilloso orgasmo. Él lamía mi rostro mientras se me dibujaba una sonrisa al sentir como me bañaba con su saliva.
Después saco su pene de mi y me sentí toda abierta, pero una rica sensación me producía sentirlo así. Me enderecé, tome su pene y con una mano se lo limpie del semen que le había quedado ahí y luego me la lamí con mi lengua como una niña que saborea de una paleta.
-Melissa eres única, eres lo mejor que me ha pasado- me decía exhausto.
-¿Ah si?? Lo que pasa es que soy una niña muy pero muy traviesa-
-Lo se y eso me gusta. Me gusta que hagas travesuras y se las haces aquí conmigo mejor.
Nos paramos y nos empezamos a vestir. Él me ponía el vestido mientras me acariciaba el cuerpo con sus manos. Me encantaba como lo hacia. Cuando me iba a poner mi tanga le dije que no
-¿Por qué no? - me pregunta sorprendido.
Tomo mi tanga de su mano y se la quito, y acercándome a Enrique quien se encontraba sentado en la sala, me agacho hacia él, le abro la boca y le meto mi tanga ahí.
-Toma te la regalo haz lo que quieras con ella- Le digo mirándolo fijamente a los ojos- además hace calor y me quiero ir así, solo con mi vestidito y nada abajo.
Enrique sonríe y sacándose mi tanga solo dice.
-Gracias bebe, lo guardare aquí y será como un tesoro valioso por tu aroma inigualable
Sonreí y dándole un beso en los labios me dirigí a hacia la salida para regresar a mi casa, pero su voz me detuvo
-¿Y tus libros no te los vas a llevar?-
Ya en la puerta par salir de su despacho con rumbo a mi casa me volteo a verlo.
-No te preocupes Enrique, aun faltan unos meses para que entre a la universidad y, mejor vengo otro día a seguir buscando los libros ¿ok?
Enrique me mira con deseo, desde donde estoy le guiño, le mando un beso y me retiro. Ya luego les contare que paso cuando regrese en busca de los libros. Ciao.